Editorial

Bajen la voz

Bajen la voz

A pesar de que  faltan aún tres meses para el 20 de mayo, día de las elecciones,  el discurso electoral se torna áspero, ríspido, como si el mundo  se fuera a acabar mañana, sin que candidatos ni partidos logren entender que  este juego democrático no se acaba hasta que termine dentro de 90  días, ni más ni menos.

Tras cincuenta años de elecciones continuas, algunas denunciadas como fraudulentas, la población  ha  alcanzado la madurez  necesaria como para ejercer  el sagrado derecho al voto sin mayores contratiempos, aunque  la sociedad aún no se cura  del crónico clientelismo que convierte el sufragio en artículo de compra o venta.

 Hasta el día de hoy no ha ocurrido ningún incidente de violencia como consecuencia de la campana electoral, lo que demuestra  que  la ciudadanía asume con denodado civismo su papel de observador sin involucrarse  en una contienda democrática en la que los gladiadores deberían respetar las reglas de juego.

Gobierno y oposición deberían  abrevar  en el ejemplo  de tolerancia, responsabilidad y respeto al derecho ajeno que ha asumido la población como conducta cotidiana durante el proceso electoral, conducta colectiva que  sería severamente  afectada por influencia del discurso agresivo que aflora a labios de la dirigencia  política.

La gente disfruta con similar complacencia de las caravanas electorales como del carnaval, al punto que a veces es difícil identificar cuando por su vecindario cruza un candidato o un diablo cojuelo, porque ambos van acompañados de música, consignas y aguardiente.

Para poder diferenciar la caravana proselitista del carnaval,  candidatos y partidos deberían  agregarle mayor valor  al discurso electoral,  el que  ahora por su pobre trascendencia no  trasciende más allá del traspatio  del chisme.

Urge que postulantes u oferentes retornen  a los contenidos, que choquen y entrecrucen sus propuestas  de gobierno para que  el elector pueda ejercer su derecho al voto convencido por  la promesa de uno u otro candidato y no bajo  el anejo concepto de que debe sufragarse  en contra y no a favor.

Se aconseja no subir los hornos de la confrontación, pues todavía restan tres meses para el día de las votaciones y no hay masa de pan que  resista tanto  tiempo las elevadas  temperaturas de confrontación que ya calienta el escenario electoral.

El Nacional

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