Miles de hombres y mujeres a partir de hoy se alejan de los suyos para acometer el compromiso de salvaguardar vidas y bienes de la masa humana que emigra a playas, ríos y montañas en disfrute del largo asueto de Semana Santa, por lo que, en tributo a esa vocación de sacrificio y solidaridad, quienes se van o se quedan deberían exhibir moderación y respeto a la ley.
Las instituciones que integran el Centro de Operaciones de Emergencia (COE) han diseminado por todo el territorio nacional a más de 30 mil policías, militares, médicos, paramédicos, socorristas y voluntarios cuya misión primigenia es prevenir accidentes y salvar vidas, pero ese cometido no podría lograrse sin el concurso de la ciudadanía.
Autopistas y carreteras secundarias se abarrotan de vehículos que transportan vacacionistas hacia todos los puntos cardinales, por lo que ni todos los agentes de la Autoridad Metropolitana de Transporte (Amet) darían abasto para controlar tan intenso flujo de vehículos, por lo que se requiere que cada conductor guíe apegado a la normativa del tránsito y con acendrada conciencia ciudadana.
Las autoridades están compelidas a desalojar de la vía pública todo atisbo de imprudencia o temeridad, sin importar si las cárceles se abarrotan de violadores de la ley, especialmente aquellos conductores borrachos o desaprensivos que exhiben armas de fuego o quienes por diversas razones se convierten en potenciales peligros públicos.
La misión de las autoridades es preservar vida y la de los ciudadanos, respetar la ley, por lo que, si para prevenir una desgracia se requiere recurrir a las 48 horas de arresto que dispone la Constitución, que se ejecute en transgresores que ponen en peligro la integridad física de los demás.
Aunque es intenso el flujo de gente hacia ciudades de provincia, la mayoría de la población opta por quedarse en sus lugares de residencia para disfrutar de la relativa soledad de los centros urbanos o acudir a celebraciones religiosas, culturales o artísticas que forman parte de la cartelera citadina de Semana Santa.
Ojalá que la población aparte tiempo de la Semana Mayor para reflexionar en torno a tan difícil periodo de crisis económica, social y ética que abate al mundo de hoy y de cómo blindar a la familia ante el peligro de disolución moral que se cierne sobre la humanidad.
Los deseos y ruegos más fervientes han de ser para que la familia dominicana disfrute dondequiera que desee estar en armonía, tranquilidad y seguridad, sin obviar la advertencia de que las autoridades están compelidas a aplicar la ley contra todo aquel que pretende transgredirla. Buen viaje.
