Danilo Medina y la Iglesia
Señor director:
Casarse con la historia es cosa de gigantes. Pero no gigantes creados con material monetario o grandes campañas publicitarias, diseño de imágenes, ni siquiera a través de la fuerza del poder en sus diferentes variables.
Los prepotentes, los arrogantes, los materialistas, los grandes jerarcas, vieron mermar sus fuerzas en el momento quizás más potente de sus vidas, cuando eran amos y señores de todos los que le aplaudían. Y nunca pensaron que todo tiene un fin, lo único que es eterno es lo que viene dado por Dios.
Quien desobedece a Dios nunca obedecerá la historia, porque Dios es dueño de la historia, y Dios es amor y verdad, todo el que se endiose será castigado y todo el que se humille será ensalzado, por eso los que trascienden son aquellos que son desprendidos de las cosas materiales propias de lo terrenal, y los que se apartan del pecado porque la paga del pecado es la muerte.
Los que se embriagan con el hedonismo del mercurio que da el poder de las metas alcanzadas, del tráfico de influencias o del ejercicio corrompido a través del sollium presidencial o de la arbitrariedad de los quepis rameados tendrán un final seguro en el carril de su tren desenfrenado y es el fracaso, la exclusión y el rechazo, del sol del aplauso al hielo de Alaska.
Saúl, David, Jonás, Sansón, Salomón entre otros fueron muy poderosos pero verdaderos ejemplos bíblicos de cuan grande es Dios cuando se decide a quitar y poner reyes.
Danilo Medina sin temor a equivocarme parece estar en el trayecto del sol, la luz radiante del Creador le acompaña, su paciencia y humildad le han dado fuerzas para dirigir con cierto grado de éxito un barco que navegaba en las turbias aguas del Sodoma y Gomorra, y en esa fuerte turbulencia la sabiduría de manejar lo inmanejable, de convertir lo imposible en posible y de doblegar al más fuerte de los leones.
Los que se olvidaron de la tierra, los que se pusieron una venda para no ver ni amar al campo y sus semillas y sus raíces, y sus hojas tiernas, y sus nutritivos frutos deben recordar que las montañas son esposas de los valles, y que los ríos aman al viento, cuán ejército de flora y fauna, de campesinos y cosecha.
Tener a un presidente con una tasa tan alta de popularidad debe ser un orgullo para todos los dominicanos y hasta americanos, pues nuestros amigos del Norte, los que engendraron a la prestigiosa familia Clinton saben cuán importante es para el soporte democrático la buena convivencia entre los habitantes de esta tierra de Duarte, Sánchez y Mella.
Atentamente,
Dr. Sergio Solís Taveras
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