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Casa de muñecas

Casa de muñecas

Ramon Rodriguez

Cuando el dramaturgo Henrik Ibsen puso en escena en pleno siglo X1X su obra: »Casa de muñecas», no tenía plena conciencia de que iba a demoler ciertos códigos morales de la sociedad burguesa.

Aunque Ibsen siempre mantuvo que su obra no buscaba adherirse al feminismo, lo cierto es que las polémicas en torno a la actitud de Mora, actriz principal que cuestiona el machismo y abandona su matrimonio, aún están vigentes.

La sociedad victoriana que enarbolaba una hipócrita moralidad con relación a la conducta de la mujer, fue sacudida en sus cimientos con esta obra del insigne noruego, que izaba los principios de dignidad del mal llamado sexo débil y revivía los preceptos feministas de Mary Wollstonecraft, madre de Mary Shelly, autora de la obra maestra » Frankenstein o el Moderno Prometeo».

Como coincidencia burlesca, nuestra República Dominicana, cuna de grandes intelectuales, 150 años después de la Casa de Muñecas de Ibsen, da a conocer al mundo otra Casa: » La casa de Alofoke». Mientras la Casa de Ibsen procuraba enviar mensajes moralizantes, »La Casa de Alokoke» es una vergüenza nacional. Una degradación moral en el sentido más amplio de la palabra.

Es una invitación a los antivalores con una vacuidad de contenido, propio de las sociedades en decadencia que pierden el sentido crítico y de una clase política blanda, incapaz de establecer medidas disciplinarias para proteger a nuestros jóvenes de tanta maledicencia.

Roberto Ángel Salcedo, ministro de Cultura, tan creativo en los contenidos de sus películas, no le ha pasado por su cerebro, y yo lo propongo ahora: Hacer » La Casa de Juan Bosch, José Francisco Peña Gómez, Pedro Mir, Pedro Henríquez Ureña, Salomé Ureña, Manuel Aurelio Tavárez Justo, Las Mirabal, Eugenio María de Hostos, Ercilia Pepín, Sagrario Díaz, Maximiliano Gómez, »El Moreno» Amín Abel Hasbún y miles de valiosos dominicanos que le dan sentido al concepto de patria.

Esa es la Casa que necesitamos para que nuestros historiadores conversen con nuestro estudiantes y valoren la sangre que ha costado construir esta patria. Esa es la Casa que necesitamos para que nuestros historiadores conversen con nuestro estudiantes y valoren la sangre que ha costado construir esta patria

Por: Ramón Rodríguez

El Nacional

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