En estos días, cada vez más disidentes cristianos/as y católicos/as, manifiestan sus opiniones sobre el aborto necesario, en reflexiones filosóficas, religiosas, jurídicas, sociales y humanistas, en reuniones físicas y virtuales, homilías, prédicas y encuentros, siempre con respeto y consideración. El tema de despenalizar la interrupción del embarazo por causales, ya no es un mito mantenido por las iglesias, y hasta dentro de ellas se considera la pertinencia del procedimiento.
El desacuerdo católico desde diferentes sectores de la sociedad, incluye a un grupo de consagrados, consagradas y fervientes que por mucho tiempo prefirieron el anonimato, gente caviladora y de pensamiento profundo que prefieren no discrepar con la jerarquía de su iglesia, al menos públicamente.
Algunas personas bautizadas y confesas, también creen que la penalización total del aborto es imposible por la radicalidad, y al hacer más o menos pública su postura, enfrentan la resistencia jerárquica, siendo casi “desterradas”, pero erguidas.
Lo cierto es que, ninguna autoridad religiosa tiene capacidad divina para establecer porcentajes de fe, porque el grado de profundidad religiosa se mide con indicadores solo precisos para Dios, ante quien no vale rasgarse las vestiduras, sermonear, sentarse en primera fila, pretender “muestras sociales de fe” y mucho menos, manifestar odio radical contra tanto prójimo.
La vida presenta faenas difíciles al exigir distinguir el compromiso con nuestra conciencia, conocimiento primario que no tiene que ver con lo externo y que se demuestra en el respeto con los/as demás.
Conocemos la gran hipocresía demostrada por los hombres católicos y cristianos – y mujeres también- que llevando una doble vida, pasean ética y moral cuando se trata de controlar a las mujeres, quedándose sin voz ante grandes y verdaderos crímenes.
El llamado es a sacerdotes y religiosas que creen que las mujeres somos capaces de tomar decisiones morales, buenas y útiles para nuestras vidas y la de nuestra gente, algo que hacemos constantemente; que saben que existe una manipulación por la resistencia del imaginario católico de tradición patriarcal; que reprueban las intenciones de la presión para prohibir totalmente el aborto y que perciben que la mayoría de las mujeres que abortan son católicas y cristianas.
Además de Católicas por el Derecho a Decidir, CDD, en R. Dominicana, la Iglesia Católica local, tiene voces detractoras de las jerarquías acomodadas que el pueblo espera escuchar. El servicio humano suele traer exigencias arriesgadas, pero gratificantes cuando se ponen del lado de la verdad y el respeto: las dominicanas más pobres necesitan que la voz de la disidencia católica y cristiana se oiga!