Si exagerado ha sido el argumento del Gobierno sobre un supuesto choque externo para justificar el incumplimiento de anhelados reclamos económicos y sociales, injusto sería no aquilatar el influjo que sobre las cuentas nacionales tiene la recrudecida crisis financiera global que hoy estremece las economías de Estados Unidos y Europa.
La Unión Europea no parece encontrar salida a la crisis griega y ante la dificultad para armar un segundo rescate financiero de más de 110 mil millones de euros, ya se habla de un plan D, que indicaría declaratoria de default o impago de la deuda, lo que significaría el fin de la zona euro y de su moneda de referencia.
Cuando Portugal se disponía a colocar bonos soberanos para afrontar su creciente déficit fiscal, una de las tres grandes calificadoras de riesgos redujo cuatro peldaños a su credibilidad crediticia lo que convirtió esos instrumentos financieros en bonos basura, lo que expone a esa nación a una crisis sin precedentes.
Ante el agravamiento de la crisis española, el influyente diario El País, del Grupo Prisa, reclamó en un editorial la renuncia del presidente del Gobierno, José Manuel Zapatero y la inmediata convocatoria a elecciones, en tanto que Italia parece contagiada por la enfermedad griega.
En Estados Unidos, la Casa Blanca ha adelantado que el presidente Barack Obama vetará una ley impulsada por la mayoría republicana que procura una drástica reducción del déficit fiscal como condición para incrementar el agotado techo de endeudamiento federal de 14.3 billones de dólares.
Ese tranque y la posible moratoria de la deuda soberana de Grecia, han colocado el sistema al borde de otra crisis económica global peor que la que estalló en septiembre de 2008 con la quiebra de Leman Brothers, lo que en este traspatio debería motivar la atención de Gobierno, sector productivo y clase política.
La directora gerente del Fondo Monetario Internacional ha advertido que sería catastrófico para la economía mundial si el 2 de agosto Estados Unidos ingresa en estado de cesación de pagos y desde ya los temores generados por esa posibilidad es motivo principal del derrumbe de las bolsas de valores en Europa y la Unión Americana.
Aunque el Gobierno no debería ocultar sus desatinos detrás de ese muro de angustia mundial, se insiste en reclamar a la clase dirigente monitorear día y noche el curso de esos ciclones, y tomar las providencias necesarias para que sus vientos no laceren los cimientos de una vulnerable economía nacional.

