A pesar de que la tecnología hoy casi supera la imaginación, y vemos enfrentadas la civilización y la barbarie, nos preocupa la afirmación de uno de los grandes visionarios del presente, Elon Musk; «Creo que estamos caminando sonámbulos hacia la Tercera Guerra Mundial».
Esta frase lapidaria debe llevarnos a una profunda reflexión cuando vemos los diferentes conflictos bélicos y las graves amenazas que se ciñen sobre el espectro planetario y humano, epígrafe de civilización o muerte.
El mundo sufre ahora otra convulsión geopolítica que entraña enormes riesgos tras el ataque de Hamás contra Israel lo que ha desencadenado una intensa efervescencia de violencia con alto riesgo de una escalada mayor de la que ya está azotando a los civiles de ambos bandos.
El escenario de esta escalada es evidente si vemos la insurrección violenta en Cisjordania, la entrada en el conflicto de Hezbolá desde Líbano y el volátil camino que pasa por Siria, Irak y llega hasta Irán.
Israel tiene todo el derecho de defenderse y de combatir a Hamás, considerada una organización terrorista, y de responder al ataque del sábado 7 de octubre, pero ateniéndose a los principios del derecho internacional humanitario.
Las democracias tendrán que atenerse al derecho internacional.
Proteger a los civiles palestinos, evitar que escenas de represalias indiscriminadas enciendan una ira aún más descontrolada en la ciudadanía Palestina y en el resto de sociedades musulmanas, inclinando la balanza hacia el lado de la violencia y congelando la tímida normalización de relaciones entre Israel y algunos países árabes y preservar el apoyo geopolítico de las democracias avanzadas.
Irán es un elemento fundamental de la ecuación actual.
Israel, Estados Unidos y varios países árabes han intentado neutralizar la influencia de la República Islámica, pero su potencial y el de sus socios, es elevado.
Basta recordar la estrecha cooperación militar que Teherán mantiene con Moscú, a quien suministra material para la guerra en Ucrania y a la vez mantiene una fluida relación con China.
Las señales de alarma se multiplican por todo el planeta y es difícil prever cómo evolucionarán los frentes militares y diplomáticos.
Más en un entorno geopolítico de máxima tensión y ante adversarios, nublados por las pasiones y la retaliacion, las democracias tendrán que atenerse al derecho internacional y a los valores que las fundamentan.
En ellos reside y estará la frontera entre civilización y barbarie.