Ambiente crispado
La crispación social asoma en la versión ofrecida por la Jefatura de la Policía sobre la muerte de un hacendado y un capataz en una finca de Cabreto, Guerra. Bastó con que el dueño de los predios prohibiera a un sargento del Ejército y a un civil que cazaran aves en el lugar para que se originara una discusión que se saldó con dos muertos.
La irritación o la soberbia son las únicas razones que pueden explicar las muertes a balazos del hacendado Cirilo Ávila Guerrero, de 47 años, y del capataz identificado como Libio. Los homicidas fueron el sargento Cayacoa Enrique Rivas Laureano, de 57 años, y el civil Emilio Tolentino (Chicho).
El suboficial no se entregó, sino que fue detenido en la carretera Mella, mientras el otro implicado en el suceso es perseguido por la Policía. Siempre conforme a la versión oficial, los homicidas no tenían que incursionar ni resistirse a abandonar una propiedad privada en la que se les prohibió cazar pájaros o animales. Pero, como si se tratara de una ofensa a su honor, se enfrascaron en una discusión con el dueño y el capataz de los predios que terminó con dos muertos. Los casos no son parte de la delincuencia, pero sí de la ola de violencia que sacude a la nación.