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Cójanlo

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Baño de sangre

Las decenas de palestinos muertos en la masacre protagonizada por Israel hay que cargárselos también a Estados Unidos, porque la matanza ha sido la respuesta del primer ministro Benjamín Netanyahu frente a la protesta de los palestinos contra la decisión del presidente Donald Trump de trasladar a Jerusalén la embajada de su país.

Esa decisión y la ruptura del acuerdo nuclear con Irán han elevado las tensiones en la de por sí convulsa región. Además de las decenas de muertes en la franja de Gaza, tropas israelíes han bombardeado supuestas posesiones iraníes en Siria.

Trump, que es un político pragmático, no era ajeno a la ola sangrienta que desatarían las acciones que ha tomado en Medio Oriente. El repudio de Europa y la comunidad internacional a las decisiones estadounidenses no han surtido ningún efecto en sus gobernantes.

El panorama se ha convertido en una incógnita. No se prevé el desenlace. Desde la creación del Estado de Israel, en 1948, Jerusalén, la Ciudad Santa, ha sido una capital religiosa, no política.

Bastó con que Trump ordenara trasladar su sede diplomática desde Tel Aviv para que brotara la sangrienta ola de violencia.

El Nacional

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