Dominican’s Got Talent 2019.-
Quienes se imaginen que la versión nacional de la franquicia televisiva American Got Talent, es tan solo una demostración de que la producción televisiva dominicana está en condiciones de mostrar un perfil internacional, están equivocados.
¿Quiénes se imaginaban que no aparecería el talento criollo de calidad y con capacidad de servir de ejemplo ciudadano, de enternecer e impresionar?, también estaban equivocados.
Y aquellos que mostraron dudas sobre la capacidad de respuesta dominicana para colocarse al nivel de calidad de las emisiones similares de otros países, han tenido que recoger sus palabras.
Quienes creyeron, en el supuesto del pensamiento positivo, que el programa estaría a la altura de las condiciones que demandan y que saldría airoso en su objetivo de descubridor de talentos, incluso esos, están en una visión incorrecta.
En sus dos entregas, lo que ha cursado en esta producción extraordinaria es verdadero talento, con sus excepciones, lo que ha cursado en ese escenario (que es el Teatro Nacional adaptado a los criterios de producción de la franquicia), no es el fresco talento desconocido sobre todo de jóvenes que nos han impactado totalmente. No es eso. Lo que se a producido es un reencuentro del país con lo mejor de sí mismo.
Lo que se logrado es desplegar un caleidoscopio multicolor de valores que ratifican que en materia de arte y actitud, todos los países del mundo pueden ser iguales y saltar sobre las circunstancias que ridículamente pretende segregar los países y los pueblos en dimensiones que se reducen a extremos: los avanzados progresistas y los pobres y quejumbrosos del mal llamado Tercer Mundo.
Domican’s Got Talent es la expresión nacional mas alta de la búsqueda de talentos por medio de la televisión y que se inició en 1959-1960, cuando se inicia el programa Buscando Estrellas, por La Voz Dominicana, producido y presentado por el ingeniero Ramón Grullón Cordero, (desde el cual se dio a conocer, por ejemplo, Johnny Ventura) y que siguió luego con la producción de Pildorín, basado en el mismo concepto y transmitido también por ese canal.
Sus jueces, que en ocasiones son benévolos y dejan pasar fallas en la dicción de los participantes (aunque no así con quienes desafinan), cumplen un papel trascendental, aún cuando tienen que ser mas estrictos y mejor detallados en sus valoraciones técnicas de los presentados, evitando adjetivos determinantes y ser incluso un poco más generosos con el botón dorado que varios de los que lo merecían, salieron de escena tan solo con cuatro “Sí”.