Cuando un ángel se va
Cuando un ser amado se va, hay muchas formas de extrañarle. Se le echa de menos por el afecto sembrado. Se deja sentir por el trabajo hecho por los demás.
Se le echa en falta por la inusual combinación de ausencia y esperanza.
Recibir la noticia de que se ha ido un ser tan joven, tan fuera del tiempo, tan lejos del ritmo de la vida, según el cual los hijos sepultan a los padres, es hacer conciencia de que quien se ha marchado, ha marcado la existencia.
Cuando llega la información de un ave que, sin esperarlo levanto un vuelo que describe la partida de un ángel.
Ana Julia Lozano Castillo fue un ángel que nos sorprendió con un inesperado vuelo a los cielos en el mes de julio pasado, dejándonos la estela inolvidable de su sonrisa.
Ha dejado tan solo su recuerdo. Y sigue estando.
Nos ha dejado la magia de su mirada. Y sigue estando, de alguna forma, aquí.
Nos ha dejado su vocación por el amor familiar y el servicio a todos.
Hay quienes dicen que los seres humanos que han transitado el camino del amor, en realidad nunca se van y se quedan por sus obras en este plano.
A sus 15 años, la hija de Wilfredo Lozano y Julia Castillo se fue y nos dejó privados de su presencia física.
Sus padres, ambos profesionales con notables aportes en sus áreas, la sociología, el arte y la gestión cultural, quedaron como los primeros en la lista de quienes le habrán de extrañar, incluyendo quienes, como yo, solo la hemos conocido por las referencias que nos llegan tras su partida. Ana Julia Lozano Castillo, de 15 años, se ha quedado acá gracias al perfume de su recuerdo.
No la conocí y solo sé que fue por las historias encantadas de lo que fue su vida.
Es ella un ave en vuelo.