Thomas Carlyle Relenia decía que, en ocasiones todo el mundo necesita un consuelo ante los golpes que nos puede dar la vida. Frente a esta realidad incuestionable, evoco a una gran mujer, tallada en la universidad del estudio y el trabajo, dorados quilates: Consuelo Despradel, madre excelente, brillante amiga, de firmes convicciones, diáfana analista, loable comunicadora social y ejemplar dominicana.
Consuelo Despradel enfoca con maestría y estilo propio diversos temas en televisión y el afamado programa El gobierno de la tarde, por la radioemisora La Z-101, que comparte junto a una constelación de versados profesionales, y así el prestigioso ciudadano y amigo doctor Víctor Gómez Bergés, reserva moral de la República y director del mencionado espacio.
Esta inmensa mujer que irradia luz al día y, en oscuras noches, ilumina conciencias a veces dormidas, comentando cartas, elevando denuncias, formulando quejas, recibiendo o haciendo llamados para buscarle soluciones viables a los más diversos problemas sociales y en ocasiones propios de particulares.
El Gobierno de la tarde es una especie de Cuartel General de super defensores de la verdad, con Consuelo como alma, e integrado por centinelas como Víctor Gómez Bergés, el queridísimo amigo Melton Pineda, Francis Villalona, Juan TH, Sergia Elena de Séliman, la bella Anibelka Rosario, el doctor Ricardo Nieves y el honesto comunicador y diputado Domingo Páez.
Con un admirable determinismo, doña Consuelo se embarca con firmeza, cuan aguja que marca el horizonte, en su lucha contra la corruptatela, impunidad, las injusticias, su vehemente oposición a la construcción de una cementera, oprobio nacional, en Los Haitises, en un ejemplo de autentico periodismo, visión sociológica y defensa innegociable al medio ambiente.
En su defensa por la dominicanidad y a lo digno, doña Consuelo se subleva en con su valor portentoso, sin temor a nada, a no ser Dios, porque ha sabido enfrentarse a la muerte, a atropellos gratuitos de gente endiosada en el poder, porque tiene la virtud de ser la misionera que eleve alto, bien alto, su voz de trueno contra la barbarie, la injusticias y los excesos de un poder que no conoce límites ante las apetencias.
Consuelo Despradel es un jilguero en el mar tempestuoso, echando a un lado el silencio y el conformismo. En voz alta truena y hace estremecer la nación ante todas aberraciones y el nepotismo.
Ella es vertical: teje sus sueños en fragor y anhelos, emulando a Miguel Cervantes cuando dijo: Más vale una palabra a tiempo, que cien a destiempo.
Hoy evoco a Consuelo. En mis adentros la escucho. Pienso, y veo a todo un pueblo sentirse defendido, acompañado en sus anhelos por esta mujer singular, sencilla, menuda, pero forjada en espíritu de acero y sonrisa de flor.
Me gustaría que mi gran amiga Consuelo Despradel, razón y firmamento, fuese llevada por el pueblo como diputada al Congreso Nacional, ya que sería una genuina representante que con su trabajo y defensa de las más nobles causas honraría su curul.
¡Adelante, doña Consuelo, siempre adelante!