El trastorno de la vida colectiva en Haití, es un hoyo sin fin porque las pandillas armadas, cada vez más con más violencia y cometen todas clases de desafueros, sin un régimen de consecuencias, exhibiendo y conquistando la primacía de la escala de salvajismo a nivel mundial.
Y nosotros no podemos soportar una carga tan pesada. Y sobre este espinoso tema, el intelectual y expresidente del Colegio de Periodistas, licenciado Oscar López Reyes, enfoca la valiente decisión del presidente Luis Abinader, al ordenar la deportación masiva de ilegales haitianos. Su exposición comienza así:
La masiva inmigración de los vecinos isleños en suelo dominicano, y las desconsideradas embestidas de sus monaguillos internos y sus satélites internacionales, ha revivido el espíritu dominicanista y puesto en evidencia que las repatriaciones no han sido una inspiración ni un capricho del gobierno.
No. No. No. luce que el gobierno está actuando porque la situación se ha tornado inaguantable, y residentes en distintos pueblos se han estado rebelando, generándose conflictos con miembros de una comunidad a la cual los dominicanos le ha ofrecido una excesiva solidaridad. Pero no podemos, con el corazón en las manos, darles más albergue.
Por esa justificación, postulamos que el regreso de 10 mil cada semana a su país de origen no debe ser momentáneo -para que no se interprete que ha sido para aplacar los reclamos- sino permanente -hasta donde sea sostenible- actuando siempre con escrúpulo y decencia, hasta donde sea posible, porque en operativos de esa naturaleza se escapan -en todos los puntos de la geografía universal- lamentables desaguisados.
Indigna escuchar decir a figuras públicas que las instituciones dominicanas no deben aplicar la Carta Magna ni las leyes que no sean del agrado de potencias extranjeras ni de organismos internacionales, y aboguen porque se interrumpan las repatriaciones.
En vez de conmoverse, esos apasionados anti-nacionales de todos los pelajes aplaudirán si la República Dominicana resulta humillada en la Organización de las Naciones Unidas (ONU), la Organización de Estados Americanos (OEA), la Comisión Interamericana de Derechos Humanos u otras instancias foráneas prejuiciadas y que nos hostigan.
Nuestro territorio ha sido inundado por un torrente de indocumentados, que llegan amparados en un falso criterio humanitario y alegando que si no los dejan cruzar los límites fronterizos violan sus derechos, que harán vigilias y llevarán sus casos para una condena en la Corte Interamericana de Derechos Humanos. ¡Puro chantaje!