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Crecimiento y desigualdad

Crecimiento y desigualdad

Pablo del Rosario

Nuestro país ocupa uno de los primeros lugares en la región del Caribe y América Latina, en lo que a crecimiento económico se refiere. Sin embargo, la desigualdad no disminuye.

Las causas principales de lo arriba expresado son múltiples, sus raíces están en la distribución injusta e irracional de la riqueza; esta se manifiesta en la exención exagerada y permanente del pago de impuestos a inversionistas e industriales.

Así como, a la estructura tributaria, la cual se sustenta en impuestos indirectos, que gravan por igual a ricos y pobres. Los más importantes son: el ITBIS, y el impuesto general al consumo. Además, el acentuado aumento de la población en los segmentos de más bajos ingresos.

Esas son (entre otras), las barreras que por mucho tiempo han mantenido el país al margen del verdadero desarrollo humano, sin importar todo lo que crezcamos económicamente.

Por tradición, los gobiernos al elaborar el Presupuesto General del Estado proyectan la mayor parte de sus ingresos internos a partir de tres fuentes principales: Aduanas, ITBIS e ISR; las dos primeras, impactan a todos los ciudadanos sin importar su nivel económico. Con la tercera no sucede igual, pero… los precios al consumidor final los fijan los comerciantes, empresarios e industriales. La realidad ante señalada define un escenario en el que la posibilidad de estrechar la brecha de la desigualdad es cada vez menor.

Se dice que, para curar un mal, lo esencial es conocer las causas que lo provocan. Siendo así, ¿Cuál es la razón por la cual se mantiene la inercia que permite tan indeseable inequidad? Es inquietante ver cómo, ciertos sectores de la sociedad disfrutan y ostentan niveles de riqueza que contrastan claramente, con la indigencia y el desamparo que embarga a los de abajo.

La desigualdad social, genera inconformidades que suelen tornarse en protestas violentas, las cuales deben ser controladas por el Gobierno sin que se produzcan hechos lamentables. Eso es poco probable.

Ojalá el Congreso Nacional y el Poder Ejecutivo se dignen romper la inercia, antes de que sea tarde.