El reconocimiento de Naciones Unidas (ONU) y la Unión Europea (UE) de la legitimidad e irrevocabilidad de la sentencia del Tribunal Constitucional ayuda a despejar la humareda que con o sin motivo se ha levantado a nivel internacional contra ese fallo que fija el alcance de la nacionalidad dominicana.
Lorenzo Jiménez de Luis, coordinador residente de la ONU, al admitir que la sentencia tiene la condición de firme e inapelable, anunció que esa organización presentará una propuesta relacionada con la ejecución del Plan de Regularización Migratoria, que sería “respetuosa con las leyes y la soberanía”.
El jefe de la delegación de la UE, Alberto Navarro, dijo que esa organización no contempla enviar misión a República Dominicana para indagar los efectos de la decisión del Tribunal Constitucional, como había solicitado el Gobierno haitiano, al que instó a mantener la calma y abordar el problema a través del diálogo.
Las posiciones expresadas por Naciones Unidas y Unión Europea pueden interpretarse como un espaldarazo a la prerrogativa soberana del Estado dominicano de votar y promover leyes o reglamentos que no colisionen con derechos inalienables de los ciudadanos.
El Gobierno ha hecho bien en invitar a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos a visitar República Dominicana a los fines de comprobar que la aplicación del fallo del Tribunal Constitucional no desnacionaliza ni excluye a hijos de extranjeros indocumentados.
Lo que resulta inaceptable es que esa comisión exija a las autoridades dominicanas que su visita a Santo Domingo tenga carácter de urgencia y que debe realizarse antes de que se aplique la sentencia que tiene carácter de irrevocable.
Esos comisionados no ocultan un añejo prejuicio contra República Dominicana, especialmente cuando se aborda el tema de la migración haitiana, como se demostró en la más reciente audiencia de la Corte Interamericana de Derechos Humanos, en Mexico, donde se montó un burdo paredón moral contra el gentilicio nacional.
Vientos de razón y cordura despejan la humareda levantada en muchas partes del mundo que se pretende convertir en fuego usando como combustible la infamia de que la sentencia del Tribunal Constitucional reeditaría aquí contra ciudadanos de origen haitiano “la noche de los cristales rotos”, que fue el inicio de la expulsión y exterminio de judíos en la Alemania nazi.
