Opinión

Crónica y derrota

Crónica y derrota

Oquendo Medina

Era miércoles. Dos días después uno de los dos principales reconoció su derrota. Entonces, como era de esperarse, los ganadores empezaron a celebrar la fiesta del triunfo. Pero como una cosa lleva a la otra, a alguien en medio de la algarabía se le ocurrió expresar que todo lo acontecido no era más que el indicio de una muerte anunciada para el partido gobernante. El entusiasmo era desbordante. Y rápido sus acólitos, diseminados en toda la geografía nacional, decidieron propagar y darle continuidad a la efusiva manifestación de alegría que dejó caer sobre la mesa el primero, quien rabiosamente acusaba a los morados de todos sus males: los verdaderos y los inventados.
Los meses no se detuvieron y sucedió lo que tenía que suceder. Llegado el día más esperado las cosas empezaron a complicarse. Ellos ya habían comprado muchas cajas de whisky, cerveza y ron; además alquilaron orquestas y cantantes solistas de diversos géneros musicales para festejar la supuesta derrota de su adversario más peligroso. De súbito, mandaron a bajar el volumen de la música y pararon la bebida. Sus rostros empezaron a cambiar irremediablemente como por arte de magia. Los primeros datos obtenidos en su centro de cómputos no les favorecieron, tampoco los segundos ni los terceros.

Ante tal ansiedad y desasosiego colectivo, a uno de los llamados modernos se le ocurrió preguntar: ¿Pero qué está pasando? Y casi seguido otro le respondió, con la cabeza fría, lo siguiente: Nada. Que volvimos a equivocarnos. Que nos dejamos llevar y confundimos el 18 con el 20. Que no fuimos capaces de diferenciar el triunfo de un gremio con la victoria de un partido político».

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