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Cuentas y no cuentos

Cuentas y no cuentos

Luis Pérez Casanova

Tan acostumbrados hemos estado a que nos mientan y manipulen que ejecuciones como las ofrecidas por el presidente Luis Abinader el 27 de febrero parecen más propias de la imaginación que de la realidad. En su rendición de cuentas ante la asamblea conjunta de las cámaras legislativas el Presidente habló de lo que ha hecho y no, como ha sido la tradición, de lo que sueña o piensa hacer en el tiempo que le queda del actual mandato.

Pero también es justo reconocer, en honor a la verdad, que con la magnitud de la crisis heredada por Abinader hasta los más optimistas dudaban que hoy República Dominicana pudiera disfrutar siquiera de estabilidad económica y social.
De la pandemia sanitaria, que paralizó el universo, hay muchos países que no han podido reponerse, mientras bajo la actual administración esta nación fue una de las primeras en vadear el vendaval.

Todavía padeciéndose los estragos de la crisis se produjo la invasión de Rusia a Ucrania, lo que disparó los precios de los alimentos y las materias primas. Por suerte para los dominicanos por aquí se sufrió los efectos de la inflación, pero no hubo escasez de ningún producto nacional e importado. En medio de un contexto internacional tan adverso no es ningún cuento la recuperación del turismo, la inversión en obras públicas, incluida la verja fronteriza para controlar la migración haitiana, ni la reforma del sistema institucional.

Los muchos intereses que giran alrededor del problema haitiano llevaron a Abinader a convocar un pacto nacional, sin dejar de tocar la sensibilísima fibra de la desnacionalización del mercado laboral, aludiendo a la contratación ilícita de trabajadores tanto en la agricultura como en la construcción y otras actividades.

La crisis en un territorio que Estados Unidos y demás potencias han abandonado a su suerte demanda una respuesta que va más allá de la construcción de una verja, las masivas repatriaciones que tanto disgustan a la comunidad internacional y la militarización de la zona fronteriza para controlar de alguna manera el tráfico de haitianos.

Puede entenderse que algunos se impresionen, e incluso duden de los números, sin importar la capacidad de trabajo del mandatario. Pero los hechos hablan por sí solos. ¿Acaso se puede negar la estabilidad social y económica, para más, en un contexto de crisis internacional? Tampoco se pueden regatear las iniciativas para moralizar el ejercicio del poder y eficientizar el gasto público.

Y si no se ha avanzado con más celeridad ha sido por la magnitud del déficit que se heredó. Antes que pintar pajaritos en el aire, el mandatario habló con claridad de lo que se ha hecho, incluyendo la terminación de obras iniciadas en pasadas administraciones.