Opinión Articulistas

Cumbre soberana

Cumbre soberana

Alberto José Taveras

El encuentro celebrado entre el presidente Abinader y los tres expresidentes activos, marcó un paso trascendental en la política dominicana en defensa del interés nacional, que calificamos de Cumbre Soberana. Más allá del simbolismo institucional, este encuentro representa un giro estratégico, un llamado urgente a la unidad nacional frente a un desafío que trasciende banderías partidarias, que es la crisis migratoria y de seguridad proveniente de Haití.

Que los cuatro principales líderes políticos del país, el presidente Luis Abinader y los expresidentes Hipólito Mejía, Leonel Fernández y Danilo Medina, representando a las fuerzas más influyentes del último cuarto de siglo, se sienten en una misma mesa, no es un gesto menor, sino más bien un acto patriótico y excelso.

En un clima regional marcado por polarizaciones, esta cumbre envía un poderoso mensaje de madurez democrática y cohesión institucional. Este encuentro es también un reconocimiento tácito de que la situación en Haití ya no es un problema aislado o periférico sino una verdadera y seria amenaza para el presente y futuro de nuestra nación como la conocemos.

La descomposición institucional del vecino país, sumada al control territorial de pandillas y el colapso económico, ha provocado una presión migratoria sin precedentes a la vista de todos y en todas las áreas de nuestra economía y sociedad, como una especie de haitianización de la realidad cotidiana.

Las fronteras dominicanas, especialmente en Dajabón, Jimaní y Elías Piña, son testigos diarios de este flujo incontrolado que pone a prueba la capacidad del Estado y también la tolerancia del pueblo que ya está viendo su realidad amenazada e invadida por una cultura y costumbres totalmente diferentes a las nuestras, copando también las fuentes de empleos.

La Cumbre Soberana debe traducirse en un punto de inflexión para la política migratoria de la República Dominicana. Hasta ahora, el abordaje ha sido fragmentado, reactivo y a menudo permeado por presiones internacionales.

Lo que se necesita con urgencia es un consenso nacional en torno a una política migratoria firme, unificada y sostenida en el tiempo, basada en los siguientes pilares: Control efectivo de fronteras, con inversión tecnológica, presencia militar permanente y protocolos humanitarios bien definidos.

Reforma legal migratoria, que simplifique procedimientos pero también establezca sanciones claras y severas para empleadores que fomentan la migración irregular. Diplomacia proactiva, para exigir a la comunidad internacional corresponsabilidad en la crisis haitiana. Incluso aprovechar las buenas relaciones con la actual administración norteamericana para motivar su participación activa en la eliminación de las pandillas haitianas declarándolas como bandas terroristas.