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De salud y otras cosas

De salud y otras cosas

El amor como enfermedad.

A petición de muchos lectores

Por: César Mella
(cesarm2@codetel.net.do).-

Hay amores que matan. Esta expresión desde la época clásica que nos hace recordar la historia de Romeo y Julieta, que ha recorrido la historia de la humanidad haciendo ver que existen alteraciones, desórdenes y pasiones que se producen invocando como causa al amor.

“Mami, tú eres mi única razón de vivir” es una declaración literal que me hace insinuarles desde el principio de esta comunicación que muchos seres humanos se vuelven dependientes emocionales o adictos al amor (Isabel Méndez 2006).

El llamado “mal de amores” en que la gente languidece y descuida su propia vida, constituye una alteración psicológica en donde el amor, correspondido o no, se convierte en una obsesión.

“Querer es bueno, pero querer demasiado, no” (Castelló 2006), pues entonces el amor se convierte en una codependencia que a veces resulta molesta para uno de los miembros de la pareja.

Los seres humanos que hacen del amor una verdadera pasión generalmente son personas inmaduras emocionalmente, que han acumulado muchas carencias afectivas en su biografía y en su entorno. Suelen actuar de forma compulsiva y obsesiva. Atosigan a su pareja de tal forma que no posponen un solo segundo sus aspiraciones: “viejo, pero te estoy esperando” … cuando solo hace 5 minutos que su consorte le dijo que ya estaba llegando…

Estas personas tienen un gran temor por la soledad y hacen cualquier cosa, hasta degradarse o arrastrarse con tal de que su pareja no les abandone.

Suelen ser reincidentes, y pierden parejas con frecuencia, pues el otro “se harta” de una persona que no le deja respirar, pensar, ser él, ni de tener espacios de libertad.

Esta afección es casi exclusiva de mujeres y ellas suelen seleccionar a sujetos dominantes, engreídos y conflictivos como pareja (Castelló 2006).

Una variedad de este comportamiento es el dominante, que suele asociarse a deseos irrefrenables de control y dominación del otro, en donde los celos son la regla, generando conflictos permanentes en la pareja.

No sé por qué, pero en mi paso por la vida del ejercicio profesional he observado que cuando una mujer “toca fondo o se desencanta” en una relación estamos frente a una decisión definitiva; el hombre “no rompe”, se aleja, se enfría, mantiene el título de propiedad y cierta adhesión por lo menos en el plano sexual, ante los atributos de su ex amada.

Este comportamiento es tan terrible que alguna gente pierde su dignidad y orgullo: “Yo sé que él no me quiere y hasta dizque anda con otra, pero yo no le hago caso a lo que digan”…

Los orientadores no tenemos una fórmula mágica para tratar estos casos. En primera línea hay que ayudar a la persona a elevar su autoestima, siempre muy deteriorada.

Lo ideal es trabajar la pareja con metas especificas, imponiendo límites y respeto mutuo para negociar las diferencias en formas de ser, actuar, gustos y tendencias, que bien manejadas son complementos que suelen unir a parejas aparentemente disímiles.

Este comportamiento que arranca en los primeros amoríos de la adolescencia es muy difícil de tratar y la vida le da muy duro a estas personas que suelen adoptar el rol de mártires del amor….

El Nacional

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