Al expresidente Hipólito Mejía se le atribuye advertir que a sus seguidores dentro del Partido Revolucionario (PRD) no les queda más alternativa que tomar las calles ante la decisión del Tribunal Superior Electoral (TSE) que desestimó el pedido de restablecer la calidad de miembros del Comité Ejecutivo de esa organización a centenares de perredeístas que fueron excluidos.
Aunque la Constitución de la República garantiza el derecho ciudadano a la protesta pacífica, el derrotero que ha seguido la crisis del PRD matizado por intolerancia, descalificación y violencia, hace temer que esa advertencia del exmandatario rompa compuertas de pasiones y desafueros que luego sería difícil represar.
Para empezar hay que señalar que la sociedad no tiene conexión directa con los altos niveles de irresponsabilidad política que acusa un liderazgo perredeísta que ha sido incapaz de procurar vías de entendimiento que permitan recuperar en esa organización el principio de unidad en la diversidad y garantizar que su membresía escoja a sus dirigentes y señale el camino a seguir.
La irresoluble querella interna del PRD no debe convertirse en factor que perturbe el sosiego ciudadano, como sería un llamamiento a tomar las calles o que cualquier reunión entre perredeístas degenere en confrontación a tiros, silletazos y pedradas con saldo de tragedia mayor.
Si el sector del PRD que encabeza el expresidente Mejía considera que el fallo, aun no motivado, del TSE colisiona con la Constitución de la República, bien puede recurrir por ante el Tribunal Constitucional, en procura de retribución de derechos conculcados, pero no es aconsejable elegir la vía pública para dirimir conflictos que corresponden al ámbito jurídico.
Los bandos en pugna al interior del PRD deberían saber que sus continuos pleitos ya constituyen un motivo de hastío y repulsa ciudadana, porque en vez de promover debate fecundo basado en la visión que cada cual sustenta en torno a la sociedad y el Estado, han reducido ese histórico partido a una cueva disputada por cangrejos.
Es por eso que se rechaza cualquier intento por involucrar a la población, ni aun a las propias bases del PRD, en un pleito matizado por ambiciones desmedidas, sin pie ni cabeza, que no tendría ningún otro resultado que la disminución de esa fuerza política en términos electorales y en el plano de la credibilidad pública.
Lo atribuido al ex presidente Hipólito Mejia, de convocar a sus partidarios a tomar las calles, en protesta por una sentencia emitida por el Tribunal Superior Electoral, constituye un desatino que no debe pasar de letras reseñadas en los periódicos. Ese pleito debe permanecer en los fueros de las comadres.
