Opinión Articulistas

Descansa en paz Pepe

Descansa en paz Pepe

José Antonio Aybar

El estilo de vida austero de José “Pepe” Mujica, viviendo en una modesta chacra y rechazando los privilegios del poder, contrastaba con la opulencia que a menudo caracteriza a los líderes políticos.
Esta forma de vivir no era una estrategia política, sino una manifestación genuina de sus convicciones, lo que le otorgó una autoridad moral poco común en la esfera pública.

Su muerte representa una pérdida significativa para América Latina, no solo por su trayectoria política, sino por los valores que encarnó y promovió a lo largo de su vida.

Durante su presidencia en Uruguay (2010-2015), implementó reformas progresistas que posicionaron al país como un referente en derechos sociales. La legalización del matrimonio igualitario, la despenalización del aborto y la regulación del cannabis son ejemplos de su compromiso con una sociedad más justa e inclusiva.

Más allá de las políticas, Mujica promovió una visión de la política como servicio, no como carrera. Su discurso estaba impregnado de humanismo y una profunda preocupación por los más desfavorecidos. “La política es la lucha por la felicidad de todos”, dijo a Andrés Danza y Ernesto Tulbovitz, autores de la obra “Una oveja negra al poder”.

En un continente marcado por la desigualdad y la corrupción, su figura se erigía como un recordatorio de que es posible gobernar con ética y empatía. Es por ello que su partida deja un vacío en el liderazgo moral de América Latina.

Su legado nos insta a reflexionar sobre el tipo de líderes que necesitamos: aquellos que, como él, anteponen el bienestar colectivo al interés personal y que entienden el poder como una herramienta para servir, no para servirse.

En tiempos de incertidumbre y desafíos, recordar a Mujica es recordar que la política puede y debe ser una fuerza para el bien común. Hasta su último hálito de vida fue un fiel creyente en que “el poder no cambia a las personas, sólo revela quiénes verdaderamente son”. Descansa en paz Pepe.