Si alguna duda se albergaba sobre el cauce incierto que todavía lleva la educación dominicana, ha quedado despejada en los resultados de las Pruebas Nacionales del bachillerato, donde más de un 40 por ciento de los estudiantes reprobaron los exámenes, y el porcentaje de promovidos en la modalidad técnico-profesional no alcanza a superar las expectativas.
De los cien mil 252 estudiantes que participaron en la primera convocatoria para esa evaluación, pasaron 59,337, igual a un 59.19%, un resultado inexplicable si se toma en cuenta que a nivel básico el promedio de aprobación en Pruebas Nacionales supera el 80%.
De los 16,166 mil alumnos de liceos técnicos o vocacionales que tomaron los exámenes, más de cuatro mil no lograron el puntaje mínimo de 70 puntos, lo que también constituye un signo desalentador, más aún porque apenas un 67% de los estudiantes participantes pudo aprobar la asignatura de matemática.
Casi el 20 por ciento de los evaluados reprobó Lengua Española, que se supone debería ser una asignatura del más amplio dominio para un estudiante del bachillerato, pero también duele saber que 27 mil alumnos no superaron la prueba de Ciencias Naturales, a pesar de que el mundo de hoy está signado por la defensa y preservación del medio ambiente.
Alguna lectura de los resultados de esa primera convocatoria a Pruebas Nacionales podría acomodarse a las metas o expectativas previstas por las autoridades, pero ninguna se acerca al anhelo de excelencia educativa que alberga la sociedad dominicana.
No hay forma de poder explicar que de 100,252 estudiantes de bachillerato que se examinaron en las Pruebas Nacionales, solo 59,337 superaron el nivel de 70 puntos (59%), sin que todavía se sepa cuál ha sido la proporción de alumnos promovidos o reprobados que pertenecen a escuelas públicas.
Se dirá que el número de estudiantes que lograron pasar esas pruebas es mayor o menor que lo reportado en la convocatoria anterior, pero en todo caso no es aceptable que de cien mil alumnos de educación media, 40,915 reprueben los exámenes. Por ahí se va al despeñadero.
