La acusación del Ministerio Público contra tres directores de escuela en Barahona de asesinar a una colega conmociona a una sociedad ya diezmada por la acelerada degradación de valores cívicos que hace posible que un profesor cambie tiza y pizarra por un martillo con el que quita la vida a una maestra.
Una juez de instrucción impuso prisión preventiva de tres meses contra Fernando Carrasco Roque (Chito), contra quien pesan graves indicios de responsabilidad en el asesinato a martillazos de la profesora Lenny Félix, perpetrado en la comunidad Juan Esteban.
Carrasco Roque, quien fungía de director en la escuela El Mundito, implicó en el crimen a los profesores Amaury Féliz Gómez (Felo), director de la escuela El Guayabal, y Sandro Féliz, del plantel Agüita Blanca, quienes habrían participado por alegados celos profesionales porque la profesora había ganado un concurso en el Ministerio de Educación para regentear una escuela de mayor categoría.
Aunque todas las evidencias o pruebas presentadas ante el tribunal señalan a Carrasco Roque como posible autor material de tan horrendo crimen, el hecho de que tres directores de escuela rural sean involucrados horroriza a una población que tiene la percepción de que los antivalores empujan a la sociedad al despeñadero.
La profesora Félix se dirigía transportada en una motocicleta por su presunto victimario al recinto escolar de Barahona donde recibiría entrenamiento sobre informática, pero en el camino fue asesinada a martillazos, despojada de su laptop, prendas y teléfono móvil y su cadáver enterrado en un lugar cercano.
Este horrendo suceso, atribuido a tres directores de escuela rural, deteriora la imagen del tierno y recio profesor de campo, del erudito de impecable ortografía, contador de fascinantes historias, consejero familiar, padre o madre alterno, que al parecer ha sido sustituida por la del analfabeto sin escrúpulos, capaz de asesinar a su propia compañera y mentora movido por envidia y codicia.
La sociedad toda está obligada a reflexionar sobre tan consternante historia sin precedentes en la historia jurídica nacional porque involucra a tres directores de escuela acusados de asesinar a una profesora por supuestos celos profesionales, un acto de barbarie que refleja la decadencia del sistema educativo dominicano.
El caso de ese profesor que asesina a su colega y mentora, la despoja de sus prendas que vende en una casa de empeño, su computadora que regala a su novia, su celular a través del cual habla con los familiares de la víctima y su tarjeta de débito que pone en garantía para contratar un préstamo, y que además implica a otros dos maestros, es un crimen que lacera el alma nacional y obliga a preguntar: ¿Hacia dónde nos llevarán estos caminos?

