La tragedia ocurrida en la discoteca Jet Set enluta a nuestro país de una manera sin precedentes. Son consoladoras y fortalecedoras las muestras de solidaridad y condolencias recibidas de personalidades, organizaciones y naciones hermanas ante este terrible hecho que nos conmociona. Triste e impactante momento de pesar y reflexión, que nos convoca a la unidad en medio de esta incertidumbre.
La rápida y efectiva asistencia de los organismos de socorro, se ha efectuado con presteza y respeto. El gobierno se ha mostrado y comportado a la altura de este infortunio, manteniéndose al lado de los familiares de las víctimas y dando las facilidades para atender a heridos. Ha autorizado, en tal sentido, dar facilidades a familiares de venezolanas que perdieron la vida en el suceso para venir al país a gestionar el traslado de los restos de sus seres queridos a su nación de origen.
Es natural la confusión en medio de la pena. Trance en que el dolor es una fuente de energía transformadora donde la cordura y el amor no dejan espacio a la ira ni a la desesperación. De ahí que, en tiempo de crisis y catástrofes, las decisiones más racionales y efectivas se consigue con buen juicio y sabiduría.
Así como “el dolor puede ser una fuente de locura y desesperación”, a decir de Shakespeare, el amor también puede ser un poderoso agente de curación, brindando consuelo y apoyo en momentos de dolor. Fomenta la empatía y la comprensión, lo que facilita el proceso de duelo y recuperación.
En esto, la solidaridad y unidad se visten y transforman en esperanza. Fuente infalibles de resiliencia. Desafío, en tanto imprevisto, que nos convoca a la oración y abrazar una fe, como fiel compañera inseparable. La esperanza puede ser una luz que nos tienda una mano en los momentos más oscuros del dolor.