Editorial

Efectos colaterales

Efectos colaterales

El oneroso impacto de la criminalidad y la delincuencia en los costos de operación que expone el comercio de provisiones es un argumento difícil de refutar, porque es bien sabido que la inseguridad se ha convertido en uno de los grandes tormentos para la población.

Si bien están decididos a no sucumbir frente a la embestida de la criminalidad, la intervención de otros factores, entre los que figura la deficiencia y carestía del servicio eléctrico, ha determinado que muchos comercios se hayan visto abocados a cesar sus operaciones.

La integración de 1,500 militares al patrullaje ha sido bien recibida, pero frente a la creciente inseguridad no tienen muchas esperanzas de que el orden pueda imponerse o que se venza el miedo de la gente para salir a las calles y realizar sus actividades con normalidad.

Al asumir como  presidente del Consejo Nacional de Comercio de Provisiones, Manuel Hernández insistió en que ahora se tienen que invertir más recursos en seguridad para los negocios y familias debido a la ola de crímenes y asaltos que se ha expandido por el territorio. De hecho, no son dos ni tres los comerciantes que han caído abatidos en atracos.

Como muchos establecimientos no cuentan con capitales para instalar un dispositivo de seguridad o para costear el servicio han optado por abandonar una actividad a la que se habían consagrado por años para dedicarse a otra cosa. Porque, además de la inseguridad, las ventas no han sido las mejores.

Los consumidores son los que, en la mayoría de los casos, han tenido que cargar con los efectos del incremento en los costos operativos con las alzas que han tenido que afrontar en los precios de muchos productos. Sin más remedio que el derecho a quejarse como desahogo.

El comedimiento con que los comerciantes abordaron problemas que gravitan sobre el sector no impide auscultar su sentir sobre esa actividad. El hecho de que reclamen apoyo del Gobierno sugiere lo difícil que les resulta, al menos a un sector importante, mantenerse de la venta de provisiones.

Pero los comerciantes no son los únicos que han puesto el grito al cielo por el problema de la inseguridad. También los industriales y otros sectores se han quejado del impacto que la criminalidad y la delincuencia ha tenido tanto en el aparato productivo como en la propia imagen del país. No se trata de alarmar, sino de llamar la atención.

El Nacional

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