Los lectores más viejos recordarán que hace muchos años nuestros padres se sacrificaban para que lográramos una profesión honorable, mediante la cual podíamos sustentar una familia y ocupar un sitial digno en nuestra comunidad. Era mucho el esfuerzo que eso suponía, pues antes no existían las facilidades de hoy para que alguien llegara a la Universidad.
Hoy día, cualquier ignorante puede dirigir una institución del Estado sin saber nada acerca de ella, pero además tiene la posibilidad de aspirar a un cargo electivo, cuando no a ser miembro del Comité Político o Comité Central de alguno de los Partidos del sistema.
La meta principal de esos Avivatos de nuevo cuño es garantizar su impunidad, porque son tantas las tropelías que han cometido que la única forma de evadir la Justicia es esa: tener una membrecía política de alto copete, para no ser tocado siquiera con el pétalo de una rosa.
Esa triste realidad es lo que lleva a muchos ciudadanos honorables y capacitados para la administración pública, a desvincularse de la política partidaria, porque no quieren subir al tren de la corrupción prevaleciente, caracterizada por el clientelismo, el uso y abuso de los fondos públicos y, por qué no decirlo, el empleo de una autoridad atropellante.
Esa corrupción, si no es frenada por la Justicia, seguirá creciendo, llevando al país a una situación de peligro, donde todo lo que se ha hecho por la democracia durante más de cincuenta años, sin duda nos llevará al desastre.
Si los dineros robados al Estado por funcionarios corruptos se sumaran, en el país se habrían solucionado, en gran parte, los problemas relacionados con el suministro de energía eléctrica, agua potable, la vivienda y la seguridad social, para no ampliar mucho. Esto es para no abundar en la necesidad de controlar la delincuencia común, que campea por sus respetos en casi todas las ciudades del país.
La gente común espera que al finalizar el año y al comenzar el 2014, muchos de estos traumas sociales se hayan por lo menos enfrentados eficazmente, lo que significa que todavía tenemos esperanzas en un mejor porvenir para la República Dominicana.
Esa tarea corresponde al presidente Medina, que si así lo hace, tendría asegurada una puerta grande para entrar como se debe en la Historia Dominicana.
Muy pocos presidentes dominicanos han tenido esa oportunidad, y quienes la tuvieron, como Juan Bosch, no pudieron concretizarla por razones conocidas. Pero resulta que ahora no estamos en aquella época. Los tiempos son diferentes, para hacer lo que nunca se ha hecho.
Leandro Guzmán
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