Pulsaciones

El concho: Mismo diablo

El concho: Mismo diablo

Carros de concho en la ciudad.

Gobiernos van y gobiernos vienen, pero nadie se atreve a tomar el toro por los cuernos con la eliminación ni siquiera gradual del pandemonio que representa el concho para la movilidad de pasajeros. Amén de los obstáculos que provocan en las rutas al detenerse a dejar y recoger pasajeros, los vehículos constituyen, en su inmensa mayoría, un atentado contra la seguridad y el medio ambiente. Solo la falta de voluntad explica que una ciudad que cuente con metro, teleférico y modernos autobuses también opere un sistema tan obsoleto de chatarras en su servicio de transporte de pasajeros. Por más que se diga, entidades como el Intrant y la Digesett, creadas para agilizar y mejorar el servicio, no acaban de cumplir su cometido. Ante el creciente desafío y los costos económicos y ambientales del transporte de pasajeros, el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) ha recomendado la eliminación de las chatarras de las calles. Pero tampoco es todo lo que se necesita, aunque puede tratarse de un primer paso para modernizar el transporte. El costo político, que siempre se ha temido, no debe ser óbice para descongestionar las calles y garantizar un sistema más seguro, eficiente y ordenado. El Gobierno está en un buen momento para abordar con seriedad y responsabilidad un servicio secuestrado por gremios cuyos dirigentes no han hecho más que lucrarse con los subsidios y facilidades que se les han otorgado para mejorar el sistema. La recomendación del BID debería ser siquiera analizada.

El Nacional

La Voz de Todos