Editorial Opinión

El fantasma de Trujillo

El fantasma de Trujillo

El viceministro de Política Exterior Bilateral del Ministerio de Relaciones Exteriores, José Julio Gómez, aseguró que se aplicarán consecuencias en el servicio exterior “sin que nadie pueda impedirlo”, además de advertir que no sería cómplice de las irregularidades “de los grandes intelectuales”.

Sin mencionar por su nombre a ningún diplomático o funcionario consular, el vicecanciller dijo que el gran problema del país es el ocultamiento de infracciones, por lo que “no hay forma que siendo yo un viceministro pueda ser tapada (sic) las irregularidades de los grandes intelectuales”.

En su cuenta de X (antigua Twitter), el señor Gómez insistió en advertir que “no habrá vacas sagradas» y que “terminará la complacencia”, porque no será cómplice de las irregularidades “de los grandes intelectuales”, pese a lo cual no identificó a algún funcionario diplomático como blanco de sus amenazas.

El único embajador que podría darse por aludido ante las destempladas declaraciones de ese viceministro, lo sería el periodista y diplomático Juan Bolívar Díaz, jefe de misión en el Reino Español, quien puede ser englobado en lo que el viceministro de Exteriores tilda de “grandes intelectuales”.

Tal vez ese funcionario se refiere a la circular del 26 de octubre de este año enviada por el canciller Roberto Álvarez a los miembros del servicio exterior dominicano a los que instruyó a gestionar autorización del ministerio para participar en entrevistas en medios de comunicación.

El periodista y embajador (en ese mismo orden) Juan Bolívar Díaz dijo en Santo Domingo lo que siempre ha abogado durante muchos años, que se debe detener el discurso de «odio» contra Haití, además de reiterar que “no voy a declinar en mi prédica de que los dominicanos y los haitianos debemos entendernos”.

El viceministro Gómez debería saber que Juan Bolívar se ha ganado por propio esfuerzo y firmeza de principios los rangos jerárquicos que exhibe, así como su influencia en la sociedad, además de que el presidente Luis Abinader lo designó al frente de la embajada dominicana en España, en atención a esos méritos.

En vez de pretender amordazar a “grandes intelectuales”, en el servicio exterior dominicano, el incisivo funcionario debería aplicar debida consecuencia a diplomáticos y miembros de cuerpo consular cuyas “irregularidades” e ilícitos penales han sido harto denunciados públicamente o a través del Ministerio de Relaciones Exteriores. El fantasma de Trujillo ronda por la Cancillería.

El Nacional

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