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El hombre de cielo y silencio de Dios

El hombre de cielo y   silencio de Dios

He vuelto una y otra vez a mirar el documental titulado The Iceman Tapes (Conversaciones con un criminal), un trabajo estupendo en el cual el reputado siquiatra Park Deeds entrevista por unas 14 horas al asesino Richard Kuklinski, quien según el FBI, asesinó a más de 300 personas en los Estados Unidos durante su oscuro y sorprendente periplo criminal.

¿Qué hay detrás de una mente tan oscura? ¿Qué tejido humano le da sentido, y cómo se formó este espécimen? El documental busca seguir el hilo conductor al asesino, descubrir cómo se tejió ese tipo de madeja tan siniestra.

La nefanda fluidez con que narra y describe sus asesinatos llama la atención de inmediato. Para Kuklinski, matar era un oficio normal, y lo sintetiza en la siguiente frase: “Un modo de hacer ejercicio, unos levantan pesas, yo acarreo cadáveres”. Lo que desborda el sentido común y crea impacto es que Kuklinski al parecer no tenga sentimientos, y que su accionar se interne en las zonas más oscuros que pueda tener un ser humano.

Realmente no es que uno justifique los actos atroces del criminal, pero lo cierto es que luego de ver el documental se termina en cierta forma simpatizando con él, pues hay cierto carisma en él, hay algo que lleva a que más lástima, en el fondo, la admiración concite.

Pero más allá, la críptica simpatía hacia el personaje viene de algo más extraño, y esto lo han comentado varios teóricos luego de ver el documental. Y es que Richard Kuklinski es el hombre que no conoce el miedo, el hombre que habla con una calma y una convicción extremas sobre sus acciones, y que en ningún momento dice arrepentirse.

Es el tipo que a través del documental no busca justificarse, ni mostrar muestras de arrepentimiento, por el contrario, le confiesa al siquiatra que accedió a la entrevista para tratar de comprender por qué lo hacía, y por qué cuando cometía un crimen nunca sentía nada. Absolutamente ningún sentimiento ni emoción, llámese, alegría, tristeza o que le subiese la adrenalina.

En el documental la voz de Kuklinski es fría, articula las frases de modo sereno y preciso, y uno se lo puede imaginar mientras retuerce cuellos, mientras clava cuchillos, y a la vez mira a los ojos a sus víctimas “porque quería que mi mirada fuera lo último que vieran y se la llevaran a la eternidad”.

Sus ojos no tienen ningún tipo de hesitación, mira como si siempre estuviese buscando un blanco a disparar, mira como el cazador observa un punto al cual lanzará el terrible disparo que hará caer la presa.

Kuklinski fue apodado como El hombre de cielo, pues acostumbraba a congelar las víctimas para borrar las huellas y además para despistar a las autoridades en el sentido de que no podrían adivinar cuándo habrían sido asesinadas.

En un momento de la entrevista el siquiatra dice algo que no le gusta al asesino infame. En ese instante siente de inmediato una atmósfera oscura, un aire que puede desencadenar algo peligroso en aquel personaje.

Kuklinski es hombre cuya frialdad da miedo y que a juicio de sus más cercanos vecinos, parecía un hombre normal. Inclusive según su esposa y alguno de ellos, el día que asesinó al mafioso Paul Castelano una hora después estaba con ellos y sus hijas participando de un muy sosegado y ameno de un picnic.

Hay mucho para sorprenderse. Richard Kuklinski asesina y torturaba a granel. La mafia lo utilizó. Las familias más encumbradas del crimen organizado se valieron de sus destrezas, en esto, los Bonano, los Genovese, pues su fama fue extendiéndose en todo Estados Unidos.

Su ex esposa afirma que en cierta ocasión ella y su hija planearon envenenarlo, pues ella estaba siendo víctima de sus abusos, y que llegó un momento en que no podía soportarlo más. Sin embargo, siempre ha asegurado que no se imaginaba que su esposo fuese el criminal que era y que fue un matón de oficio.

En el momento de su apresamiento toda la sociedad estadunidense se estremeció. Hubo una convulsión en los medios, y Hollywood como siempre le sacó filo al personaje.

De la película màs convincente y que protagonizó Michael Shannon, hay un instante estelar, una escena que estremece, y es la que se me ha quedado grabada para siempre. En ella, Kuklinski le dice a una de sus víctimas que le ruegue a Dios para que le salve, que le pida a su Todopoderoso para que pare el hecho y lo haga a él sentir algo. Si él siente algo mientras su víctima reza, él abandonara la terrible empresa de matarle.

El hombre empieza a rezar, y Kuklinski está en una esquina oscura de la habitación esperando sentir algo para no cometer el hecho. Pero no aparece Dios, en él no dice presente el sentimiento, y el hombre de hielo termina asesinando al pobre hombre que tanto suplicó a Dios salvarle.

Hay una cruel metáfora en este hecho. Kuklinski la ha dibujado. Es la siguiente: Nada puede parar la oscuridad, la mano criminal es libre, y lo que es peor, el asesino ha llegado a desafiar a Dios, a decirle que se haga presente a través de una súplica de sus víctimas y lo que ha recibido es silencio, un silencio roto por el arma que él descerraja en la víctima.

El Nacional

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