Con la sinceridad, casi candorosa, que ha caracterizado su ejercicio del poder, el presidente Luis Abinader planteó en pleno proceso electoral que el candidato que triunfare en el certamen estaba abocado a una reforma fiscal.
El liderezgo opositor compartió la preocupación, pero con la salvedad de que la iniciativa tenía que proteger a los sectores económicamente más vulnerables. Pero resulta que en lugar de integrarse el diálogo que promueve Abinader para las tan anheladas transformaciones estructurales el PLD y Fuerza del Pueblo han optado por satanizarlas.
Olvida esa oposición, que ha hablado de movilizaciones si se toca la Constitución o la reforma fiscal no se corresponde con los intereses populares, que hace apenas un mes el 57.4 % del electorado no solo favoreció la reelección de Abinader, sino que le otorgó una abrumadora mayoría de 29 senadores y 148 diputados, suficiente para imponer los cambios estructurales.
Pero el mandatario, un demócrata que piensa en el bienestar y el desarrollo de la nación, quiere consensuar las reformas con todos los sectores.
La calidad gasto podría representar la gran reserva al menos en el caso de la reforma fiscal. Pero en ese aspecto el Gobierno ha dado auspiciosas señales a través de la priorización de las inversiones, el control del despilfarro y el celo contra la corrupción.
Se ha avanzado también en la consolidación del sistema institucional, aunque no en la magnitud requerida, precisamente por la ausencia de normas más actualizadas.
Pero el liderazgo, que se atrinchera para defender al pueblo si se aumenta unos centavos a los alimentos y que incluso advirtió que pasó el tiempo de la oposición ligth, pasa por alto el elevadísimo costo que tiene para los sectores que dice defender el deficiente servicio educativo, salud y la seguridad social, entre otros.
Si en lugar de la reforma constitucional y demás hay otras prioridades, la oposición ayudaría mucho a identificarlas. Pero con su rechazo a proyectos cuyo alcance ni siquiera conoce, PLD y Fuerza del Pueblo se decantan por un juego que en vez de conectarlos puede restarles más simpatías en el seno del pueblo.
En modo alguno puede obviarse que esa reforma fiscal que hoy se objeta, compone con los pactos educativo y eléctrico el tercer pilar de la Estrategia Nacional de Desarrollo que se aprobó durante los Gobiernos del PLD para impulsar la creación de un Estado social democrático de derecho y una sociedad con igualdad de derechos y oportunidades, entre otros objetivos.
Pero en procura de hacerse simpática ante la población, la oposición reniega de sus iniciativas en el entendido de que de esa manera puede estimular el descontento de las masas populares para pescar en río revuelto.