Opinión Articulistas

El mundo en llamas

El mundo en llamas

José Antonio Aybar

Los acontecimientos en Medio Oriente han tomado un color rojizo. No es una simple metáfora: es sangre, es fuego, es la incandescencia de un conflicto que ya ha traspasado las fronteras regionales para convertirse en un polvorín de alcance global.

Israel, Gaza, Hamas, Irán… y ahora, la sombra de Pakistán comienza a asomar entre las cenizas, en un juego geopolítico que, lejos de apaciguarse, se recalienta por cada hora que transcurre.

Mientras tanto, en Europa oriental, la guerra entre Rusia y Ucrania continúa como una llama persistente. A ratos se enciende, a ratos parece disminuir, pero nunca se apaga.

Y sin embargo, en esta situación tan crítica, los organismos internacionales como la ONU, la OTAN, y los foros del poder como el G7, se reúnen para discutir «asuntos». Sí, así, con comillas. Asuntos técnicos, climáticos, económicos. Todos importantes, sin duda, pero desconectados, o peor aún, deliberadamente alejados de un posible conflicto armado global que se cocina en tiempo real.

Es como si el planeta estuviera ardiendo y quienes sostienen las mangueras decidieran discutir primero si existe suficiente agua para apagarlo, mientras sigue latente la posibilidad de una conflagración a gran escala desde la Guerra Fría.

El cruce entre Medio Oriente y Eurasia en términos bélicos no es nuevo, pero hoy tiene características más peligrosas: grupos armados no estatales con poder militar significativo, tecnologías de ataque de precisión y, lo más preocupante, potencias nucleares involucradas de forma directa o indirecta.

¿Qué pasará si Pakistán, con su arsenal nuclear, entra al juego? ¿Cuántos más deberán sumarse para que los líderes entiendan que esto no es un tablero de ajedrez, sino la ruleta rusa de la humanidad?
La inacción es complicidad. Los discursos diplomáticos solo resuenan en salones bien alfombrados, lejos de las sirenas de Gaza o los misiles sobre Járkov.

El mundo no necesita más cumbres, necesita coraje. Los líderes tienen la obligación moral de entender que, si no se actúa ahora, entonces será demasiado tarde. Porque sí: el color rojizo de Medio Oriente no es metáfora. Es advertencia.