El primer ciudadano indignado por el espantoso desfalco al Seguro Nacional de Salud (SENASA) fue el presidente de la República, Luis Abinader, quien, profundamente decepcionado, dispuso que la referida ARS se constituya en actor civil, al tiempo de proclamar su firme voluntad de recuperar cada peso sustraído de la administradora de riesgo de salud del Estado.
Hace mucho tiempo que la ética ha sido parte del debate en la política dominicana. Desde la perspectiva de Byung-Chul Han, la ética frente a la corrupción y la impunidad se ve erosionada por una sociedad que normaliza el éxito sin responsabilidad moral. La impunidad, entonces, es además de jurídica cultural. Para el filósofo coreano, se trata de una forma de cansancio moral colectivo que debilita la conciencia y la exigencia de justicia.
Sin embargo, contrario a la anterior reflexión, el presidente Abinader fortaleció la conciencia y la exigencia de justicia al fijar temprano y con firmeza su decisión de apoyar, sin reservas, al ministerio público y al Poder Judicial, para hacer justicia en el caso SeNaSa. Nunca un presidente dominicano había elevado tan alta la voz contra la impunidad en un caso de corrupción producido en su propio Gobierno. Todos recordamos el reino de la impunidad que prevaleció en los 20 años de gobiernos del PLD, encabezados por los expresidentes Leonel Fernández y Danilo Medina.
La decisión tomada por Luis Abinader fue fiel a sus valores y principios y a los de su Partido Revolucionario Moderno, que consagra la lucha contra la corrupción y la impunidad en el artículo 3 de sus Estatutos. Se trata de una postura pocas veces vista en los gobiernos y los partidos políticos dominicanos.
No conforme con que la lucha contra el flagelo de la corrupción estuviera plasmada en los Estatutos, el presidente Luis Abinader y doña Raquel Arbaje, autores del himno del PRM, la incorporaron en el canto solemne del partido, como sigue: “Cuando un pueblo se unifica, se siente mucho más porque es su voz. Y saben todos en su corazón que la moral no se ha perdido que es el momento de enfrentar la corrupción”.
Probablemente, el PRM es el único partido político en el mundo que ha llevado la lucha contra la corrupción al plano simbólico de su canto partidario, convirtiéndolo en un elemento de identidad colectiva.
El himno no solo convoca a la militancia, sino que recuerda, cada vez que se entona, que el poder debe ser un instrumento al servicio del bien común y no un medio para el enriquecimiento ilícito.
Otro aspecto diferenciador ha sido el respeto del PRM al funcionamiento independiente de los tribunales judiciales y del Ministerio Público. Por el contrario, bajo los gobiernos del PLD se percibió siempre que las instituciones de justicia operaban con fuertes interferencias políticas, lo que alimentó la desconfianza ciudadana y la sensación de impunidad.
Nadie puede negar que el presidente, Luis Abinader, ha honrado su compromiso de no permitir la impunidad, garantizando que los casos de corrupción sean investigados y procesados sin interferencias políticas. Esta conducta, que marca una ruptura con prácticas del pasado, obliga a los perremeistas a honrar los principios éticos del partido y, como lo cantan en las reuniones, a luchar contra la corrupción.

