El general Rafael L. Trujillo asume la presidencia de la Republica, el 16 de agosto de 1930, después de suceder al presidente provisional, licenciado Rafael Estrella Ureña, que asumió la primera magistratura de la nación el 4 de marzo del mismo año, luego del acuerdo concertado con el presidente Vásquez y el ministro norteamericano Curtis. Estrella Ureña se juramentó como vicepresidente.
En su primer decreto Trujillo nombra al periodista Rafael Vidal Torres, uno de los cerebros de Estado, como secretario de la Presidencia, puesto que había ocupado en la gestión de Estrella Ureña, pero renunció por discrepancias con el presidente provisional.
Otro cerebro trujillista en el movimiento golpista del 23 de febrero, Roberto Despradel, formó parte del gabinete. Despradel había sido presidente de la Junta Central Electoral en las elecciones donde resultó electo Trujillo. ¡Ya el lector se podrá imaginar!
El licenciado Jacinto B. Peynado fue confirmado en la Secretaría de Interior y Policía, donde había sustituido al Lic. Estrella Ureña, y un tío del nuevo presidente, Teódulo Pina Chevalier, también fue designado secretario de Estado.
Al vicepresidente Estrella Ureña, en adición a sus funciones, se le asigno la Secretaria de Relaciones Exteriores, con el propósito avieso de mantenerlo alejado de la intringulis políticas, mientras que el general Desiderio Arias, del Senado de la Republica paso a ocupar la Secretaria de Agricultura.
El coronel Simón Díaz, el comandante de la Fortaleza Ozama, el mismo militar que “no encontró las fuerzas revolucionarias que se habían sublevados”, fue ascendido a General de Brigada.
Una sesión del Senado eligió como presidente a Mario Fermín Cabral, y vicepresidente a Augusto Chottin, dos antiguos seguidores de Vásquez. Secretarios fueron los senadores Doroteo Rodríguez y Lorenzo Brea. En la presidencia de los Diputados se escogió a Miguel Angel Roca.
De ahí en adelante, Trujillo concentro sus acciones en la eliminación de todos lo dirigentes que le pudieran hacer sombra, prefiriendo como blanco al vicepresidente Estrella y al general Arias, quienes en opinión del futuro dictador “constituyen la mayor amenaza para mi futuro político”.
Poniendo como pretexto la necesidad de liquidar definitivamente a los seguidores y simpatizantes del ex presidente Vásquez, Trujillo emprendió operaciones criminales y militares a través de todo el Cibao, y cuando llega a la zona, dispone el traslado de la sede oficial del Gobierno a Santiago.
Sospechoso de las intenciones del nuevo presidente, Desiderio se sublevó en Mao, decisión que Trujillo interpreto como una rebelión contra el orden constitucional A pesar de todo, Trujillo y Arias celebraron un encuentro secreto en un lugar de la línea Noroeste, donde se acordó un “clásico” acuerdo de paz.
Finalmente Desiderio fue asesinado y decapitado su cadáver, al extremo de que la cabeza del férreo guerrillero fue llevada en un saco ante la presencia de Trujillo, quien se encontraba en una velada social. La paternidad de este horrendo crimen es atribuido al general Ludovino Fernández.
El jefe nominal del movimiento del 23 de febrero y ahora vicepresidente de la Republica, el licenciado Estrella Ureña, preocupaba a Trujillo, dadas sus condiciones políticas y su ascendencia en los diferentes sectores de la vida nacional. Era un cautivador orador que hechizaba los escenarios.
Como ejemplo de la anterior afirmación, he aquí la primera maniobra de Trujillo contra su compañero de boleta y a quien se le había confiado la dirección de la Secretaría las Relaciones Exteriores”
“El presupuesto del año 1931 dispone que la asignación atribuida al Secretario de Estado de Relaciones Exteriores ha sido reducida a solo un peso oro, en consideración de que al frente de esa Secretaría de Estado figura el vicepresidente de la República, quien por este concepto devenga la consiguiente retribución de sus servicios oficiales”
Meses después Estrella Ureña se convenció que no representaba nada al lado del futuro dictador, y amenazado de muerte decide escapar al exilio el 25 de agosto del 1931, y tres meses después, bajo el pretexto de que había huido hacia al extranjero, se le acuso de conspiración, e inmediatamente destituido de la Presidencia de la Republica, cargo que se mantuvo desierto por largos años.
En menos de dos años el principal guerrillero, el general Arias, y el líder cívico del movimiento golpista contra Horacio, quedaron totalmente excluidos del escenario político nacional.