Opinión Libre Pensar

Empleados traidores

Empleados traidores

Oscar López Reyes

Desde que toman las riendas de instituciones del Estado, funcionarios se rodean de personas de confianza y competentes, para no participar en el doloroso trance de sacar plumas de gansos, a un muy elevado precio. A partir de ese momento emprenden un viaje en una especie de bote, navegando por una impetuosa vía fluvial, hacia una selva tupida y con un cielo claroscuro, que puede derramar petardos fósiles.

Sin abrir el paraguas antes de que llueva, los incumbentes recién designados conforman nuevos equipos de trabajo. Más adelante, bandadas de gansos se trasladan, en la cola de un viento de calor, desde la susodicha selva hasta oficinas urbanas con alfombras rojas, y revolotean a corto vuelo, subiendo y bajando, emitiendo gruñidos y cacareos estrépidos y repetitivos: “¡On, on!”, como señal de advertencia, y no por el cambio climático.

Por ser ahijados de anteriores titulares, por amistad, adhesión política, inconformidad, trastornos conductuales u otras razones, empleados del Estado sangran por la herida y, con falsos elogios y sonrisas fingidas, a sus nuevos jefes clavan los tres puñales por las espaldas, desde la soledad de rincones tenebrosos.

Y es que, en sus sentidos nublados, discretamente pisotean y tiran por la borda el acuerdo de confidencialidad que suscriben cuando son incorporados a instituciones oficiales. Comúnmente, se obliga al firmante a guardar reserva de la información, a no revelarla, a evitar su pérdida o robo por negligencia, sustracción dolosa o la utilización no autorizada, en perjuicio de la institución y sus líderes, ya que presenta un riesgo patrimonial.

Los impuros abalanzan la espada de la traición por distintos costados: 1) Suministran veladamente informaciones sensibles a las autoridades precedentes o desplazadas; 2) Boicotean con inteligencia tareas y proyectos en marcha, 3) Manipulan informaciones y bloquean la entrega de documentos requeridos, 4) Amañan datos y los filtran a redes sociales y medios de comunicación, y 5) Formulan acusaciones ante el Departamento de Recursos Humanos, el Comité de Ética y ante la Justicia.

Los inescrupulosos no reparan en los daños que causan a los ejecutivos principales, como son: 1) Pérdida de credibilidad ante la sociedad, 2) Descrédito que afecte la familia, 3) Despido del cargo, 4) Prisión carcelaria, y 5) Suicidio.

La Ley 41-08 de Función Pública da un espaldarazo a los incumbentes en la designación de los recursos humanos de empuje, para el advenimiento de la certidumbre y la tranquilidad. En su artículo 21 estatuye que “Los cargos de confianza son los de secretarios, ayudantes, asesores, y asistentes de alta confianza de las máximas autoridades ejecutivas…”.

Tener empleados con ética, discreción y lealtad garantiza un ambiente laboral positivo, y un aumento de la productividad. ¿Identificó usted a los fieles competentes, y a los fariseos que espían a su lado?