Haití no es solo dolor de cabeza para los haitianos que anhelan vivir en paz n su pis. También para los dominicanos que permanecemos en nuestro país trabajando y buscando oportunidades dentro de los nuestros.
Y eso consta, como también al presidente Luis Abinader a quien la situación crítica de Haití se le suma dentro de la cadena de hechos no deseados ni generados por su gobierno, han golpeado sistemáticamente su gestión de gobierno y el curso del país.
Por eso, la decisión de Abinader de disponer los cierres fronterizos con Haití ha sido una decisión valiente y responsable, que se inscribe en su deber y misión frente a los destinos nacionales, señalando que con esa medida no se busca una confrontación, pero sí enfrentando a los incontrolables que mantienen la inseguridad en Haití y que, por sus intereses particulares, ahora conspiran también contra la estabilidad de su gobierno y la seguridad de nuestros recursos hídricos.

Haití viola un tratado entre ambas naciones que se remonta a 1929 y el río Masacre es una fuente vital para los agricultores dominicanos y su desvío podría perjudicar al medio ambiente, incluido un humedal.
Los cierres de toda la frontera tuvieron lugar cuatro días después de que Abinader anunció que su gobierno había dejado de emitir visas para los haitianos y que había cerrado la frontera cerca del poblado de Dajabón, en el norte del país.
Y más enfático aun cuando advirtió que no hay solución dominicana al problema haitiano.
Afortunadamente sus insistentes y recurrentes reclamos ante la comunidad internacional para que acuda en auxilio del pueblo haitiano ha encontrado eco y ya sucedió lo que quizá solo faltaba para finalmente actuar en esa dirección, con lo expresado ante la ONU por el presidente de los Estados Unidos, Joe Biden, que favorecer una intervención para apoyar a la estabilidad y pacificación de la convulsionada nación.
Por: Jerez Wisky
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