Por: Mary Leisy Hernandez
Marilei@hotmail.com
Tuve que hacer de todo. Amarrarle un trapo azul a los bombillos, mover de lugar la cama, algunos muebles y buscar en los más olvidados lugares un vestido brillante y el tocado de plumas que traje de souvenir del carnaval de Río. Esto por solo mencionar algunos detalles de mis días en tiempos críticos de pandemia.
Era marzo, abril, mayo y junio del 2020 en La Paz de Bolivia. Las salidas estaban restringidas con multas y detenciones.
«Quedarse en casa» Ya me tenía hastiada la repetida frase. Sentía que psicológicamente me hacía más mal que bien, que nos tratábamos como pequeñines a los que se precisa repetir y repetir las cosas. Así que decidí ver lo menos posible los medios reiterativos y las noticias quita paz.
Entre mis cuatro paredes, me dediqué a actividades más enriquecedoras y entre ellas al teatro. Nunca imaginé que encerrada, haría tanto teatro en tan poco tiempo. Hice de Segismundo el de “la vida es sueño”, participamos en la XIV versión de la Larga noche de museos en La Paz y también presentamos una especie de ensayo, como preambulo de las otras presentaciones, para ver cómo se nos daba eso de hacer teatro virtual.
A mí se me dio fatal: en una abrí mi pantalla antes de tiempo, pero como en el escenario, en las presentaciones en vivo todo vale. Siempre encuentra como justificarse.
Enriquecedora experiencia. Nuestra casa estaba patas arriba. Hice de escenógrafa, luminotécnica, cambié mil veces las cosas de lugar para escoger lo mejor durante mis ensayos.
La pandemia intervino en todo. Provocó que recurriéramos a plan A, B y hasta Z, que intentáramos muchas posibilidades para seguir. Nos sacó de nuestra zona de confort, pero también, nos hizo valorar mejor las condiciones de las herramientas que poseemos.