Recientemente, en un programa de television, Magaly Caram, directora de Profamilia nos recordó el caso de Eperancita, la adolescente que salió embarazada y luego se desubrió que tenía cáncer, y un cura se instaló en el hospital para impedir que le dieran quimioterapia. Como resultado Esperancita murió sin que ningún Waldo lo impidiera y el cura siguió tan campante, sin que nadie lo sometiera a la justicia por asesinato en no se cuál grado, ni el movimiento de mujeres le ajustara cuentas.
Que yo sepa Dios no es un policía. Y la fe en Dios es un acto de amorosa libertad. Que yo sepa Jesucristo no condenó a mujer alguna, solo a los comerciantes que se habían apoderado del templo, a los que sacó a latigazos. Cuando iban a apedrear a una mujer por «adúltera», se metió en la multitud y gritó «Quien este libre de pecado que tire la primera piedra».
Son estas las enseñanzas que hacen que la fe Católica predomine en el continente, no las campanas de un «comité por la defensa de la fe», ex-Inquisicion, poblado de psicópatas que inventaron todo tipo de tortura y formas de asesinato para exterminar a quince millones de mujeres solo en Europa, por «tratos con el diablo», mientras los Cardenales vendían la salvación a quien pudiera pagar y engordaban como cerdos, como lo demuestran las esculturas que se hicieron esculpir por los grandes artistas del Renacieminto y que abundan en el Vaticano, para vergüenza de todo verdadero creyente.
El problema es que si Esperancita hubiera sido hija de un diputado, o ministro, ni siquiera nos hubiéramos enterado de su existencia, porque prontamente hubieran concertado un aborto terapéutico en alguna clínica de lujo del país, o se la hubieran llevado para Puerto Rico, o Panamá, capitales de los abortos de las dominicanas con recursos.
Es por eso que en una vista en el Congreso le pregunté a un supuesto paladín de la prohibición de aborto terapéutico si tenía hijas, me dijo que tres, y le pregunté que si algún loco, o enfermo sexual se la violaba y la embarazaba si la obligaría a parir. No me pudo responder.
Estamos hartas. Hartas de las historias sobre Pastores Evangélicos que enamoran a las mujeres mas atractivas de su feligresía y luego no asumen responsabilidades.
Hartas de la pederastia de curas católicos y diáconos, caso reciente de uno recién liberado a quien volvieron a detener tratando de comprar a un muchacho, en el mismo monumento a Montesinos que se ha convertido en predio de pederastas de todo rango. Colombo, urge el comité para el rescate del monumento, como un desagravio a México, pero también como medida de sanidad ambiental.
Que sean esos hombres, plagados de pasiones y aberración, quienes pretendan normar la vida de la mujer, un tema de salud pública no del Congreso.