Crecer en cuerpo de mujer
Estaba amarrada al cuerpo y esa era su cárcel. Según crecía, como una espiga de trigo, las miradas de adultos la invadían, la atravesaban. Cubría su indecencia con las herramientas que la misma naturaleza le había regalado, un pelo largo rizo y abundante. Ese mismo cuerpo que era su tirano, lo utilizaba como barrote, contraía los músculos, apretaba sus hombros y no dejaba pasar ni el oxígeno.
