Madrid. EFE. En la ficción, dos examantes que exponen de forma cruda y desnuda cómo escuece una ruptura; en la realidad, dos figuras de la música de mundos aparentemente antagónicos que, juntos, forjan una de las canciones más bellas de 2020, «Exile», el fruto de la unión/desunión entre Taylor Swift y Bon Iver.
Lanzada como segundo sencillo de «Folklore» (Universal, 2020), el que es «de facto» el cuarto corte del último álbum de la artista estadounidense encarna muchas de las cualidades que han hecho de este un trabajo no solo inesperado, sino también sorprendente en su resultado.
El octavo disco de estudio de Swift se forjó casi como un «yo me lo guiso, yo me lo como» durante el confinamiento por la pandemia de COVID-19 y, frente a la producción colorista de sus anteriores entregas, refleja en su espíritu esa necesaria sobriedad y actitud contemplativa.
Ello llevó a hablar de «Folklore» como un cambio de estilo, no exactamente el que le da título, sino más bien una suerte de pop alternativo o de «arty folk», como se ha llegado a decir, en comparación con otras artistas como Regina Spektor.
Vaya por delante que probablemente este giro no habría sido posible o recibido de la misma manera si justo antes no hubiese existido «Lover» (2019), un éxito internacional de ventas y crítica mucho más apegado a su habitual toque que, a su vez, la exoneraba del intento fallido por ofrecer una imagen mucho más oscura y lacerante en su predecesor, «Reputation» (2017).
Por. Javier Herrero