A 60 años de su ejecución todavía se sufren los efectos del fatídico golpe de Estado al presidente Juan Bosch el 25 de septiembre de 1963.

La interrupción del proceso democrático, que provocó la expedición guerrillera liderada por Manolo Tavárez Justo en diciembre de ese mismo año, la revuelta de abril de 1965 y el desembarco del coronel Francisco A. Caamaño en 1973, marcó un costoso retroceso institucional para el país.

La celebración de elecciones cada cuatro años, aún revestidas de tensiones, ha quedado lejos del camino que se proponía el gobierno de Bosch para garantizar los derechos y libertades de la población, así como de una vida más digna.

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La corrupción que Bosch tanto combatió y a la que atribuyó un rol de primer orden en la conspiración en su contra, se ha convertido en uno de los males que más han lastrado el desarrollo del país.