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El comandante supremo de la revolución cubana, doctor Fidel Castro Ruz, desmaterializado el 25 de noviembre de 2016, a los pletóricos 90 años de edad, siempre fue un espontáneo y firme solidario con el pueblo dominicano desde su mocedad, cuando cursaba estudios de leyes en la Universidad de La Habana, integrando el grupo que propiciaba por el retorno de la democracia en nuestro país, conculcada por la tiranía del generalísimo Rafael Leónidas Trujillo desde el 23 de febrero de 1930.
Esa solidaridad inquebrantable del comandante Fidel Castro hacia nuestro país, la reiteró dos veces más, cuando se incorporó a la tropa expedicionaria que en 1947 desde Cayo Confites se enroló con el propósito de liquidar la tiranía de Trujillo, abortada por el soborno del dictador dominicano al jefe del Ejército en el gobierno del presidente Ramón Grau San Martín, general Genovevo Pérez Dámera.
En esa abortada expedición también venía como reportero el escritor norteamericano Ernest Hemingway, que ocho años después sería galardonado con el Premio Nobel de Literatura por su novela El Viejo y el Mar, llevada al celuloide, protagonizada por Spencer Tracy.
Conquistando el poder y derrocado con el apoyo de la CIA y Nelson Rockefeller al tirano presidente general Fulgencio Batista Zaldívar, el 1 de enero de 1959, y entrando triunfal a La Habana ocho días después, el comandante Fidel Castro respaldó la triple expedición libertaria del 14 y 19 de junio, apenas siete meses de iniciar su largo proceso revolucionario, gesta que fracasó, como tenía que ser, en el orden militar, pero que repercutió en lo anímico del pueblo dominicano, despertando las conciencias, y transformando para siempre la cosmovisión nacional.
Fue siempre un acariciado del comandante Fidel Castro, visitar nuestro país, para conocer la tierra del banilejo generalísimo Máximo Gómez y la casita en Montecristi donde el generalísimo y el apóstol José Martí firmaron el 25 de marzo 1895 el famoso Manifiesto, compromiso sagrado para independizar a Cuba del yugo ibérico, hoja suelta impresa en la imprenta de Juan Ulises Franco Bidó de Santiago de los Caballeros.
Esa casita, hoy un cuidado y reverenciado museo que guarda el pueblo montecristeño, fue adquirida por derrocado presidente Batista durante su breve exilio en nuestro país, por cinco mil pesos, que donó al pueblo de Montecristi, y deseó conocer el comandante Fidel Castro, pero su apretada agenta cuando honró al pueblo dominicano en su visita de tres días del 20 al 23 de agosto de 1998, le impidió ese anhelo.
El presidente Fidel Castro atesoraba en su memoria de gratitud plena al pueblo dominicano al visitarnos dos veces, del 20 al 23 de agosto 1998, y 17 de abril de 1999, sus recuerdos de nuestro Manuel de Jesús de Peña y Reynoso, secretario particular de Carlos Manuel de Céspedes, presidente del gobierno de Cuba en armas, cuando pronunció el 10 de opctubre de 1868 el estentóreo Grito de Yara en su hacienda La Demajagua, precursor de las guerras de independencias contra la metrópoli ibérica.
Recordaba a cada instante durante su honradora visita a nuestro país el comandante Fidel Castro al gigante en sepia Marcos del Rosario, que acompañó al Apóstol José Martí en su viaje de martirio a Cuba, desembarcando por Playitas, pereciendo al cruzar la sabana de Dos Ríos, el 19 de mayo de 1895, apenas 60 días después de firmar el Manifiesto con el generalísimo Gómez.
En todo momento recordó a Ramón Emilio Mejía del Castillo
(Pichirilo), subcomandante del Granma que comandó Onelio del Pino, en su osada travesía desde el río Tuxpan, México, el 25 de noviembre de 1968, hasta Alegría de Pío, provincia de Oriente, el 5 de diciembre de 1956, diez días de travesía temeraria, con los vientos adversos de esos meses, para caer asesinado alevosamente en Santo Domingo, el 12 de agosto de 1966, por las fuerzas represivas combinadas del presidente Joaquín Balaguer y la 82 División de Fort Bragg.