El desmembramiento de las repúblicas socialistas, la caída del muro de Berlín y consecuentemente la desaparición de Rusia como superpotencia planetaria, constituyen, sin dudas, los fenómenos geopolíticos del siglo XX que marcaron el fin de la guerra fría entre los Estados Unidos y la Unión Soviética.
Este colapso inesperado de este sistema político que entusiasmo y gravitó por más de medio siglo a gran parte del mundo, planteó a nuestro modo de ver una interrogante mundial de sí la humanidad se conducía ciertamente hacia la paz duradera o por el contrario a la anarquía global.
La desaparición de Rusia como potencia mundial a finales de 1991 provocó en el escenario mundial terribles confusiones y temores de dimensiones monumentales que llevaron a distinguidos y respetables analistas de las relaciones internacionales y la problemática mundial a reflexionar sobre las implicaciones que tuvo este acontecimiento en la esfera mundial .
Por ejemplo, el escritor norteamericano Michael Mann, en su libro El Imperio Incoherente relata que los Estados Unidos se enfrentan, desde entonces, a una gama de desafíos geopolíticos más variados y complejos que los vividos y doblegados durante la guerra fría.
Esos desafíos incluyen, cita el autor del referido libro, editado en el 2003, el auge y la agudización del fundamentalismo religioso, el etnonacionalismo, la decadencia o desgaste ideológico imperial, así como el desorden global generado por el referido acontecimiento.
Sin embargo, en el mismo libro Mann recoge en su página 12 varios fragmentos de sendos discursos pronunciados por los presidentes de los Estados Unidos, padre e hijo, George Habert Bush y George Walker Bush, respectivamente, en marzo 1991 y en septiembre del 2002 sobre el colapso de la Unión Soviética, y dicen: Luego de este acontecimiento vemos que se acerca un mundo nuevo. Un mundo en el que existe una auténtica posibilidad de que surja un nuevo orden mundial…. en el que los principios de justicia y juego limpio…. protejan al débil del fuerte. Un mundo en el que las Naciones Unidas, liberadas del punto muerto que supuso la Guerra Fría, disfruten de la suficiente ecuanimidad como para estar a la altura de la visión histórica de sus fundadores. Un mundo en el que la libertad y el respeto por la humanidad habitarán entre las naciones…..ni siquiera el nuevo orden mundial puede garantizar una era de paz perpetua. Sin embargo, nuestra misión debe consistir en el logro de una paz duradera.
Con esta visión optimista y al margen de las amarguras y frustraciones que había producido el desmembramiento de la Unión Soviética en la esfera mundial -al parecer al stablisgment estadunidense le importaba -poco o nada- la mutilación de tantos sueños e ilusiones de jóvenes y Estados nacionales que pusieron en ese sistema político e ideológico la esperanza de contriuir una nueva sociedad.
La agonía de la URSS
Entre las acciones y medidas lacerantes que fueron indicando los últimos días de existencia e influencia del imperio soviético está la clara política de desvinculación de Rusia de sus compromisos con sus aliados tradicionales a lo largo del mundo, así como la búsqueda de la distensión con los Estados Unidos.
De forma gradual pero sin interrupciones, la URSS fue comunicando a sus aliados el fin de su apoyo militar y económico. Fidel Castro y los Sandinistas nicaragüenses en América Latina; los regímenes de Angola, de donde se retiran las tropas cubanas; Mozambique y el general Mengistu en Etiopía; Vietnam en Asia…, todos recibieron la noticia de que la URSS iba a interrumpir su ayuda financiera, diplomática y militar.
A fines de 1988, la URSS de Gorbachov se había desembarazado de la mayor parte de sus compromisos en el Tercer Mundo. Sus consecuencias fueron inmediatas. Sin ánimo de relacionarlas exhaustivamente: graves dificultades económicas en la Cuba de Fidel Castro; fin de la guerra civil en Nicaragua en 1988 y derrota sandinista en las elecciones en 1990; fin de la guerra entre Etiopía y Eritrea y caída del régimen de Mengistu en 1991; derrota del bando pro soviético en Afganistán y triunfo de las guerrillas islamistas en 1992, y retirada del ejército vietnamita de Camboya.
El 8 de febrero de 1988 la URSS se comprometía a retirar sus tropas de Afganistán, haciendo efectiva su retirada el 15 de febrero de 1989.
El 21 de noviembre de 1990 Estados Unidos, la URSS y otros treinta países firmaron la Carta de París, que incluía un pacto de no agresión entre la OTAN y el Pacto de Varsovia.