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Gente buena

Gente buena

Eduardo Álvarez

Amigos inseparables. El Día del Planeta Tierra y el del Libro se dan la mano todo el año. No es casual que bailen pegados y estén uno al lado del otro. Esperanza y buen presagio nos lo colocan unidos.

Nada más grande que un día tras otro. Sujeto y predicado, sin lo cuando toda frase queda inconclusa, sin sentido. Igual, el propósito universal de poner a nuestra disposición a la mejor gente, con sus intenciones y empeños. Cuando eso ocurre estamos bendecidos.

El poeta aleman Bertolt Brecht, el mismo de Madre coraje, nos regala también para siempre la Canción de la buena gente, para creer en la esperanza, y en los cambios que trae con ella. Permítanme reproducirla ahora, en honor a la Tierra y por la cosas buenas que el Libro nos enseña de ella con lo que podemos encontrar cerca de nosotros.

Canción de la buena gente: A la buena gente se la conoce en que resulta mejor cuando se la conoce. La buena gente invita a mejorarla, porque ¿qué es lo que a uno le hace sensato?
Escuchar y que le digan algo.

Pero, al mismo tiempo,
mejoran al que los mira y a quien
miran. No sólo porque nos ayudan
a buscar comida y claridad, sino,
más aún, nos son útiles porque sabemos que viven y transforman el mundo.
Cuando se acude a ellos,
siempre se les encuentra.
Se acuerdan de la cara que tenían
cuando les vimos por última vez.
Por mucho que hayan cambiado
-pues ellos son los que más cambian-
aún resultan más reconocibles.
Son como una casa que ayudamos a construir.
No nos obligan a vivir en ella,
y en ocasiones no nos lo permiten.
Por poco que seamos, siempre podemos ir a ellos, pero tenemos que elegir lo que llevemos.
Saben explicar el porqué de sus regalos, y si después los ven arrinconados, se ríen.
Y responden hasta en esto: en que,
si nos abandonamos,
les abandonamos.
Cometen errores y reímos,
pues si ponen una piedra en lugar equivocado, vemos, al mirarla, el lugar verdadero.
Nuestro interés se ganan cada día,
lo mismo que se ganan su pan de cada día.
Se interesan por algo
que está fuera de ellos.
La buena gente nos preocupa.
Parece que no pueden realizar nada solos, proponen soluciones que exigen aún tareas.
En momentos difíciles de barcos naufragando de pronto descubrimos fija en nosotros su mirada inmensa.
Aunque tal como somos no les gustamos, están de acuerdo, sin embargo, con nosotros.