Editorial

Gordiano

Gordiano

Desde que el 6 de junio se publicó que Haití había prohibido la importación de pollos y huevos procedentes de República Dominicana, en ese entonces bajo el falso pretexto de la gripe aviar, el conflicto comercial no ha hecho más que evolucionar. Y, por el escabroso giro que ha tomado, (al menos según declaraciones y denuncias de empresarios de ambos lados de la isla), podría convertirse en una suerte de “nudo gordiano”. La queja del sector industrial sobre las restricciones a los productos plásticos constituye una muestra bastante elocuente.

Ante la magnitud que alcanza el conflicto, la Asociación de Industrias de República Dominicana consideró urgente que las autoridades asuman la defensa de los sectores productivos, dado que próximamente está supuesto a entrar en vigencia un decreto que prohíbe la importación, comercialización y uso, en cualquier formato, de artículos como vasos, botellas, bolsas y platos de plástico. Sería, sin duda, otro golpe para un sector que en 2012 exportó legalmente 57 millones de dólares a la vecina nación.

Por la importancia del mercado haitiano, al que en 2012 se exportaron productos por unos 857 millones de dólares, el conflicto comercial es preocupante. Aparte, por supuesto, de las consecuencias que pueda tener en las relaciones entre los dos países, caracterizadas tradicionalmente por altibajos. Los problemas no son para obviarse, sino para abordarlos conforme a las normas del comercio y hasta de la buena vecindad.

Los empresarios haitianos también tienen sus quejas y alegatos. Además de denunciar prácticas de domping, aducen que las barreras, disfrazadas de medidas sanitarias y fitosanitarias, han representado pérdidas por más de 15 mil millones de gourdes. Para superar el prolongado impasse con República Dominicana, abogan por un acuerdo comercial y por el respeto a normas como las consignadas por la Organización Mundial del Comercio (OMC).

El Foro Económico Haitiano se ha quejado también de la anarquía con que operarían los mercados binacionales, cuya regulación ha demandado. Pero no es todo. En lo que constituye un llamado a sus propias autoridades advierte sobre la incapacidad de los puertos aduanales de su país para cobrar aranceles a los productos procedentes de República Dominicana.

Todo indica, pues, que será necesario revisar las relaciones comerciales sobre la base de las normas internacionales. Es la única forma de acabar con la informalidad y  todas esas medidas repentinas, que suelen generar tantas tensiones. No han transcurrido dos meses desde que surgió la veda a los productos agrícolas, pero los efectos, a pesar del corto tiempo, no han dejado de sentirse, a pesar incluso de operaciones clandestinas.

La propuesta de crear puestos de salud y control fitosanitario puede contemplarse para depurar las mercancías que representan riesgos para la salud. Pero el giro que ha tomado el conflicto torna urgente la intervención de las autoridades de ambos países antes que pueda convertirse en un nudo que para cortarse o desatarse requiera la espada de un Alejandro Magno.

El Nacional

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