Editorial

Grave problema

Grave problema

No puede ser normal ni común que en solo 16 días se registren explosiones en tres plantas envasadoras de gas licuado de petróleo, con saldos de muertos, heridos y daños a propiedades, por lo que las autoridades deben ya despertar de su letargo y abordar con seriedad lo que se define como grave problema de seguridad pública.

Cinco personas se encuentran en situación crítica por las graves quemaduras sufridas al explosionar ayer un camión tanquero dentro de una estación de expendio de ese tipo de combustible, en el ensanche Alma Rosa II, de Santo Domingo Este.

La primera de esas explosiones, ocurrida en la envasadora Solgas, del sector Los Ríos, causó la muerte de tres personas, varios heridos y numerosas viviendas y vehículos destruidos, mientras la segunda se produjo en una instalación similar en San José de Las Matas, con saldo de dos heridos.
Resulta evidente que la mayoría de las estaciones de expendio de gas propano no son supervisadas por los órganos oficiales encargados de velar por el cumplimiento de normas mínimas de seguridad, ni tampoco llevan control sobre los niveles de capacitación o entrenamiento de quienes operan esos negocios.

Se sabe que desde tiempos inmemoriales los permisos de instalación de envasadoras de gas se adjudican por la libre, en atención a favores políticos o económicos, sin que se tomen en cuenta los informes sobre riesgo operacional en lugares densamente habitados.

Duele decirlo, pero en cualquier solar o traspatio opera una envasadora de gas propano con empleados que no reciben entrenamiento o capacitación para operar equipos defectuosos, que las autoridades tampoco supervisan.

Dos de las tres explosiones han tenido consecuencias trágicas o muy graves, pero personal de los cuerpos de bomberos y de la Defensa Civil admiten que el saldo pudo haber sido mucho peor, por lo que resulta inexplicable que un asunto tan serio no reciba adecuada atención oficial.

No se exagera si se afirma que en todos los entornos urbanos opera este tipo de negocio convertido en poderosas bombas en riesgo de estallar en cualquier momento, que carecen de la más mínima supervisión en materia de seguridad y prevención. ¡Por Dios, no hay que esperar la próxima explosión!

El Nacional

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