Opinión Articulistas

Impuestos: nórdicos y dominicanos

Impuestos: nórdicos y dominicanos

Oscar López Reyes

(y II)

La desigual distribución de la riqueza está removiendo la conciencia entre jóvenes herederos superrícos, como Marlene Engelhorn -cifra 29 años de edad-, descendiente del austro-alemán de Friedrich Engelhorn, fundador de la corporación química y farmacéutica alemana BASF, la más gigantesca del universo. En febrero de 2021, Engelhorn cofundó a Taxmenow, una asociación alemana de adinerados que exige que los gobiernos se apropien de la mayoría de su patrimonio heredado.

En esa minúscula comunidad de millonarios está también el heredero alemán Antonis Schwarz, de 33 años. Su familia fundó a Schwarz Pharma AG, una de las 80 grandes compañías alemanas. En 2006, la empresa farmacéutica Schwarz fue vendida por más de 4.000 millones de euros (US$4.221 millones). Según los jóvenes superricos, gravar la riqueza incrementaría las arcas estatales y eliminaría ese poder político a sujetos que no lo consiguieron democráticamente.

En la República Dominicana empresarios, medianos y pequeños comerciantes, empleados públicos y privados, profesionales, representantes de las iglesias, sindicatos y de otras entidades se niegan a pagar un céntimo de impuesto, que significa obligación determinada por el Estado y no por voluntad propia. Y se resisten señalando la añeja comisión de corrupción/dispendio gubernamental, el equivocado alegato de la no compensación, la carga excesiva, el otorgamiento de incentivos y exenciones privilegiadas, el egoísmo ancestral y la falta de sanción.

La cultura del engaño, el saqueo político y los negocios poco transparentes han colocado a la República Dominicana al borde del colapso financiero, y culpables son los que llaman a cacerolazos y a protestas en plazas públicas. Junto a herederos locales de fortunas argumentan, como contraparte de la justicia distributiva, que toda reforma fiscal atenta contra las inversiones, la producción y la competitividad; contra el empleo, la captación de divisas, el crecimiento y el desarrollo económico.

Los superricos intercontinentales abogan, implícitamente, porque corten las alas a las élites. Sin tapujos proponen la reintroducción del canon sobre el patrimonio para activos estipulados en millones y miles de millones de euros, la restricción de las exenciones de los activos empresariales y otras ordenanzas especiales en los gravámenes sobre sucesiones y donaciones, así como patrones impositivos progresivos en vez de una clase exclusiva para las tasas sobre las plusvalías. Creen que así se refuerzan la justicia fiscal, los valores del bien común, la igualdad de oportunidades y la cohesión social.

En concordancia con estos planteamientos postillemos que en la nueva era de la inteligencia artificial y la democracia participativa, las leyes de los parlamentos progresistas suplantan a las pobladas y a los movimientos armados. El proyecto de Modernización Fiscal ha sido retirado del Congreso, por la presión empresarial-político-social, que deberá reintroducir con arreglos. A ver ahora quiénes más flexibilizan, en esta democracia tan difícil de gobernar.