Jean-Jacques Dessalines es el fundador de Haití. Está considerado el peor tirano de la historia. Encabezó la segunda incursión militar directa contra el pueblo de Santo Domingo y fue el que impartió la orden para que se cometiera el genocidio del 1805 en Moca, la matanza de ciudadanos criollos en Monte Plata, La Vega, Cotuí, San Francisco de Macorís, San José de las Matas, Santiago y Montecristi.
Las tropas de Christophe saquearon esos pueblos y quemaron vivos a decenas de ciudadanos, muchos encerrados en iglesias.
Nacido en 1758, fue el brazo derecho de Toussaint Louverture, creció rodeado de un ambiente de extrema ferocidad; tuvo una infancia de maltratos, exhibía su cuerpo marcado por las huellas del látigo y su única doctrina era el odio al otro, a las razas diferentes y a la sociedad que lo esclavizó.
Reconocido durante las insurrecciones como hombre de gran valor personal sustituyó a Louverture a raíz de que este fuera apresado por las tropas de Napoleón, erigiéndose en líder.
Desde la Batalla de Vertieres del 1803 fue el jefe indiscutible de los africanos levantados en armas en la porción de la isla La Española que le pertenecía a Francia, cuando Haití todavía no era Haití, sino Saint-Domingue.
El 1 de enero del 1804 convocó a los sublevados, procediendo a firmar la Constitución política que dio origen al Estado de Haití.
Fue investido gobernador general vitalicio, título sustentado en un acto que decía: “Juramos obedecer ciegamente las leyes emanadas de su autoridad, la única que reconoceremos: le damos el derecho de hacer la paz, la guerra y de nombrar a su sucesor”.
Como primera medida, mandó a matar a todos los ciudadanos de piel blanca que aun quedaran en Haití, y también a los mulatos.
Al conocer que el 18 de mayo de 1804 Napoleón Bonaparte se proclamó emperador de Francia, no quiso ser menos, y el 2 de setiembre de ese año hizo que se le confiera el mismo grado, intitulado emperador Jacques 1º.
Meses después promovió una nueva constitución asignándole al nuevo estado el nombre de “Haití, Estado Libre, Soberano e Independiente”.
El artículo 12 de esa Constitución dice: “Ningún blanco, cualquiera sea su procedencia, pondrá los pies en este territorio a título de dueño o propietario, y no podrá en el futuro adquirir aquí ninguna propiedad”.
Dessalines ignoraba la escritura; cuando se le presentaba documento, ante la imposibilidad de poder leerlo, lo quemaba ante su interlocutor, y decía: “Este no tiene valor, huele a humo”.
“No aprendió más que a garrapatear trazos imprecisos que representaban su nombre…”, nos dice el filántropo antiesclavista Víctor Schcelcher en su obra histórica del 1843.
Quienes han interiorizado en las raíces de este período, coinciden que Dessalines era “iracundo, violento, ciego, y muy amigo del placer”. “Se ocupaba mucho de las mujeres y del baile”.
Bajo su régimen despótico y criminal los bienes públicos eran administrados como propios, y bajo la consigna de “desplumen la gallina pero no la hagan chirriar”, les daba libertad a sus seguidores para que expoliaran los patrimonios del Estado. En 1806 lo visitó el prócer Francisco de Miranda, a quien le prestó ayuda aconsejándole que para llevar adelante la guerra de independencia en Venezuela, les cortara las cabezas a todos los colonos, y les quemara las casas.
La muerte de este genocida se produjo el 17 de octubre 1806. El historiador Jean Chrisostome Dorsainvil relata que fue cortado en pedazos por sus antiguos colaboradores que les cercenaron la cabeza.
Los restos fueron expuestos en una plaza donde una demente los rescató echándolos en un saco. La cabeza apareció días después.
Al matarlo, los mulatos ejecutores se justificaron diciendo que Dessalines quería exterminarlos a ellos basándose en el artículo 14 de la constitución, que establecía que los únicos habitantes de Haití eran los negros.
El autor es poeta.