Editorial

Juicio a los jueces

Juicio a los jueces

Es verdad que los tribunales penales no son órganos subsidiarios del Ministerio Público ni de la Policía, sino entes de un Poder Judicial cuya misión es  administrar justicia conforme  a  hechos y  derecho, pero frecuentes descargos de implicados en la comisión de  crímenes graves hacen temer que la balanza de la diosa Temis se inclina más a favor de los delincuentes que de las víctimas.

En sentencia penosamente motivada, el Tribunal Colegiado de Barahona descargó por alegada insuficiencia de pruebas a un grupo de presuntos narcotraficantes acusados de recibir cargamentos de drogas en una pista clandestina, un fallo  calificado como escandaloso en razón de que los jueces no valoraron el fardo probatorio presentado por la Fiscalía.

Se menciona también la decisión  de la Corte de Apelación de San Cristóbal de ordenar la libertad  de uno de los acusados de  asesinar y descuartizar a dos jóvenes en Baní, en un caso típico de sicariato, mientras que el Juzgado de Instrucción de Samaná ordenó la libertad de cuatro de seis imputados en el trasiego de 157 kilos de cocaína.

El colmo ha sido el de una jueza interina  del Juzgado de Atención Permanente de la provincia Santo Domingo, que impuso  una garantía economía de cinco mil pesos  a un hombre acusado de violar y asesinar a una menor de once años, lo que quiere decir que ese presunto estuprador y homicida obtuvo su libertad con menos dinero que lo que se requiere para cenar en ciertos restaurantes.

Resulta imposible frenar la espiral de criminalidad con la conducta dócil de los jueces al conocer pedido de medidas de coerción o juzgar el fondo de  casos de  asesinato,  sicariato, narcotráfico, atracos, violaciones, secuestros y otros  crímenes violentos, de lo que  resulta que la mayoría de los  sometidos por esas infracciones sea reincidente. ¿Qué está pasando con los jueces penales? ¿Por qué tanta venalidad?

Se admite que no pocos expedientes instrumentados por el Ministerio Público están marcados por deficiencia  procesal o  déficit probatorio, pero llama la atención que  tribunales y cortes desestiman  acusaciones que han sido bien  sustentadas o que se refieren a notorios  casos  en que están involucrados  reincidentes delincuentes.

El Código Procesal Penal alejó a los jueces de Dios al  vetar la figura de “la intima convicción”, pero parece  que los acercó demasiado al demonio al otorgarle autoridad sin límite para poder descartar las pruebas materiales de cargo  a los imputados, porque ahora alegando cualquier supuesto error procesal un magistrado  manda a la calle al más peligroso de los delincuentes.

No se pide al juez que se vende los ojos y que condene al imputado sin revisar pruebas de cargo y descargo; lo que se reclama es que  se aplique la ley sin  contemplaciones y que se procure con pulcritud de conciencia que  los delincuentes paguen con apremio corporal por sus ofensas a la sociedad. ¡Es justicia lo que se pide y se espera.

El Nacional

Es la voz de los que no tienen voz y representa los intereses de aquellos que aportan y trabajan por edificar una gran nación