Tras más de tres meses de persecución en el poblado de Cambita Garabitos, San Cristóbal, en torno a la muerte por una patrulla de la Policía del presunto capo José Antonio Figuereo (Kiko la Quema) tienen que despejarse todas las incógnitas que la rodean.

Conforme a las versiones, Kiko la Quema, para desplazarse con la normalidad que se le atribuye por el poblado, tenía que contar con una protección que va mucho más allá de los dos cabos de la Policía que son interrogados por sus supuestos vínculos con la red delictiva.

Sobre la misma muerte en un supuesto intercambio de disparos es necesario que la Policía, para despejar dudas, ofrezca todos los detalles al respecto.

Se dijo que Kiko la Quema viajaba en un vehículo acompañado de una menor de edad cuando fue interceptado, pero que en lugar de entregarse se enfrentó a la patrulla de la Policía.

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Cabe suponer que tuvo tiempo para abandonar el vehículo y hacer uso de sus armas, pues la Policía dice que le ocuparon un fusil y una pistola.

Se especula que el fugitivo pudo ser emboscado no para capturarlo con vida, sino para eliminarlo y de esa manera evitar que pueda delatar sus posibles contactos civiles y policiales. No basta con que se niegue que fue ejecutado.

En el funeral en Cambita se hizo obvia la popularidad de que el capo, considerado un “benefactor”, gozaba en parte de la población.

La Policía ayudaría mucho a su imagen al no dejar un solo cabo en el aire sobre las operaciones y la muerte de Kiko la Quema.