Gran indignación ha producido el acto vandálico perpetrado por un individuo que penetró a la Basílica Nuestra Señora de la Altagracia y causó serios destrozos en el Altar, cuadro de la Virgen y mobiliario, inaceptable acto de profanación que ofende a la feligresía católica y lesiona la libertad de culto.
El agresor, Jorge de la Rosa Caraballo, fue vinculado en principio a la organización Testigos de Jehová, pero esa entidad aclaró que el profanador no figura en ninguna de las listas de miembros de las iglesias pertenecientes a ese culto protestante.
Aun cuando se adelanta que el sujeto actuó por cuenta propia y posiblemente bajo perturbación mental, las autoridades están compelidas a investigar a profundidad razones y circunstancias de este bochornoso suceso, a los fines de establecer con precisión la responsabilidad penal o si hubo complicidad.
Llama la atención que la Basílica de Higüey,, inaugurada el 21 de enero de 1971, tras 17 años de construcción, considerado como el monumento religioso más importante de la Republica, ha sido objeto de múltiples actos de profanación, que incluye el robo de la venerada efigie de la Virgen de la Altagracia, patrona del pueblo dominicano.
Ese santuario católico fue declarado por el papa Pablo VI como Basílica menor y que dos años después, el 15 de agosto de 1973, el Vaticano lo elevó a catedral de la diócesis Nuestra Señora de la Altagracia, de Higüey. Juan Pablo II coronó la efigie de la Virgen con una diadema de plata y desde ese púlpito bendijo al pueblo dominicano.
Es mucha la tradición e intenso el fervor cristiano que alberga esa hermosa catedral, santuario también de los católicos de la región del Caribe, como para que un hecho alevoso como el perpetrado por ese individuo no sea objeto del más firme repudio ciudadano y de la mayor atención de las autoridades.
Preocupa que la agresión perpetrada contra la Basílica de Higüey haya sido causada por alguna forma de odio religioso, porque ese sería el primer acto de agresión o terror basado en intolerancia de culto, lo que obviamente concita absoluto repudio de la población, que aunque mayoritariamente católica, ha cultivado siempre absoluto respeto por otras expresiones o dogmas religiosos.
Se reclama que el Ministerio Público investigue a mayor profundidad la agresión perpetrada contra la Basílica de Higüey y que las autoridades adopten las providencias necesarias para que nunca más se repita un acto de profanación contra ese templo ni ningún otro.

